‘Sombras en la tumba’, escaparate de lo gótico en el terror

No hace ni cosa de un mes que departíamos en estas mismas líneas sobre Richard Corben y anunciábamos que sería poco el tiempo que pasaría hasta volver a traer al artista a este rincón de la red a sabiendas de que por nuestras manos iba a pasar ‘Sombras en la tumba’, un volumen en el que Planeta Cómic —de igual manera que Dark Horse hacía al otro lado del Atlántico— recoge un considerable puñado de historias cortas que el creador de ‘Den’ ha ido publicando en los últimos años impulsado por una suerte de necesidad extrema de dar rienda suelta a todas las ideas que, en términos de horror y terror parecen acumularse en su bullente imaginación. Una imaginación que, como también podemos contemplar en estas páginas, sigue teniendo un apartado bien abonado para la fantasía y que, en uno u otro extremo, continua dando lecciones a diestro y siniestro de cómo hacer buen cómic de género.

Dos son las más claras y obvias influencias bajo las que cabe clasificar el trabajo que el Corben guionista lleva a cabo en todas y cada una de las historias de ocho páginas que conforman ‘Sombras en la tumba’. En lo que respecta a ‘Denaeus’, el largo relato de fantasía heroica con tintes mitológicos, Corben se mira el ombligo de manera bastante descarada y, aunque el escenario de fondo no sea Neverwhere, poco le falta a esta epopeya para no convertirse en una suerte de reimplementación de las claves que el estadounidense ofreció, hace ya casi cuatro décadas, en el citado ‘Den’. Y si es a todo el resto de la lectura a lo que hemos de atender, sobre el terror que el dibujante plasma con precisión en él revolotea inquieta la figura de Edgar Allan Poe, un escritor que Corben ha adaptado en incontables ocasiones desde que comenzara su trayectoria artística y cuya influencia, sumada a la del espíritu proveniente de ‘Creepy’, resulta notable en la forma de construir las pequeñas anécdotas convertidas en irónicos, ácidos y sardónicos relatos que se acumulan en estas casi trescientas planchas.

Unas planchas que, en lo visual, quedan caracterizadas por el magnífico manejo de los grises que Corben ha demostrado detentar en anteriores ocasiones y que, culminadas por unas cuantas a color que saben a gloria, sirven de superlativo muestrario de las muchas y muy diversas habilidades de un artista que, a sus 78 años, y tras más de cuarenta dedicado a esto del cómic, no da muestras alguna de cansancio, trascendiendo el apelativo de leyenda del medio y convirtiendo cada cosa que toca en una de esas citas obligatorias para todo amante del noveno arte.