Si os dijera que ‘Seaguy‘ es una de las más extrañas, surrealistas, singulares, bizarras —en la acepción anglosajona del término— y hasta lisérgicas experiencias que Grant Morrison ha escrito jamás, seguro que me diríais algo como «sí, claro, ahora cuéntanos una que me crea…con la de cosas raras, surrealistas, singulares, bizarras y lisérgicas que ha escrito Morrison, seguro que esta no lo es tanto». Razón no os faltaría, claro, porque si algo se caracteriza la producción del guionista escocés es por ser una de las más peculiares del mainstream yanqui, con propuestas que basculan entre lo «tradicional» —entrecomillado hasta decir basta, que poco o nada hay de tradicional en la producción de Morrison— y lo directamente incomprensible, aunque este último término se reserve a un puñado muy, muy reducido de cosas. Pero de verdad os digo que lo que cabe encontrar en estas páginas es de esas cosas que os va a tener con una ceja arqueada de principio a fin, y no serán pocas las ocasiones en que tengáis que devanaros los sesos para tratar de discenir, no qué diantres está pasando, que la narrativa de Cameron Stewart es muy clara, sino lo que sea que Morrison quiere contarnos con las aventuras de Seaguy, un tipo enfundado en traje de neopreno, que va por el mundo con las gafas de buceo y acompañado de un pez flotante con gorro de marinero que siempre tiene un cigarro encendido. Y eso, amigos, es sólo el principio.
A lo largo de las dos miniseries que DC publicó de ‘Seaguy’ —recogidas convenientemente para la ocasión en un sólo volumen por parte de ECC Ediciones—, Morrison deja que sea el absurdo, la aparente sinrazón y lo casual y, de nuevo, aparentemente aleatorio, lo que rija los destinos de todos los implicados en esta historia en forma de viaje a no se sabe dónde en la que hay lugar para todo: desde partidas de ajedrez con una Muerte que no sabe distinguir entre el blanco y el negro, hasta hermosas y mujeres barbudas que buscan un héroe que esté a su altura pasando por sustancias viscosas de color púrpura de las que no conviene hacerse amigo so pena de que las utilicen para controlarnos, entrañables marineros de la vieja escuela que no son muy de fiar o secuaces de un sólo ojo que lo son aún menos. Todo ello inserto en una trama en la que la máxima es «todo es posible» y que, dejándonos con la intriga en lo más alto tras la primera miniserie, explora derroteros aún más esperpénticos en la segunda, con Seaguy, como indicamos en el titular, enfundándose hasta un disfraz de torero.
Afortunadamente, decíamos antes, Morrison no cuenta para la ocasión con alguno de esos dibujantes de estilo sucio y oscuro que lo han acompañado en ocasiones, sino que co-capitanea este barco multicolor con un Stewart cuyo trazo afable, cercano hasta cierto punto a postulados del mundo de la animación, resultan idóneos, no sólo para dar cabida a toda loca invención derivada de la febril imaginación del guionista, sino para que, soterrado, quede más o menos claro el mensaje de que todo lo que aquí leemos no es más que una gran broma llamada a un único objetivo: entretenernos sin ninguna pretensión ulterior. Vale que, en términos de entretenimiento, a lo mejor lo que tenemos en la cabeza no es darnos de frente con el puntual muro de oscurantismo en que se alza el trabajo del escritor; pero, sin querer hacer de abogado del diablo, cuando uno se zambulle en el microcosmos de Morrison, sabe a lo que va ¿no?
Seaguy (Biblioteca Grant Morrison)
- Autores: Grant Morrison y Cameron Stewart
- Editorial: ECC Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 216 páginas
- Precio: 25 euros