'Robin y Batman', Lemire y Nguyen, glorioso tándem

A la vista de lo que en su momento llegamos a afirmar, una y otra vez, sobre ‘Descender‘ o, por supuesto, lo que ya hemos llegado a comentar acerca de esa maravillosa secuela que es ‘Ascender‘, creo que, sin que sirva de precedente, esta va a ser una de esas pocas reseñas en las que nos ahorremos un largo párrafo introductor desgranando las mil y una maravillas que rodean a todo aquello que tocan el tándem formado por Jeff Lemire y Dustin Nguyen, dos artistas que, como le pasa a Lemire con Andrea Sorrentino, resuenan en perfecta armonía cada vez que unen sus talentos y que, como demuestra esta pequeña miniserie centrada en un jovenzuelo Dick Grayson, convierten en GRANDE todo aquello que sale de sus diestras manos. Y, si no me creéis, pensad por un momento en todo lo que, a lo largo de las décadas se nos ha contado sobre el primer Robin y ponderad si, después de las miles de páginas por las que el compañero del caballero oscuro ha desfilado, cabría lugar para alguna idea novedosa al respecto. Si vuestra reflexión es algo parecido a «definitivamente no»…hora es ya que os asoméis a ‘Robin y Batman’.

Lo que aquí nos muestran Lemire y Nguyen podría ser como una suerte de vuelta de tuerca a lo que Frank Miller y Jim Lee hicieron —o casi hicieron, que vaya si nos sentó como puntapié en las gónadas que no lo terminaran en condiciones— en ‘All Star Batman y Robin‘ pero, si en lugar del tono virulento y de acción desmedida por el que apostaba el creador de ‘Sin City’, se narrara la relación entre Batman y su pupilo con corazón…con mucho corazón. Y si bien hay muchos momentos aquí que servirían para dar pábulos al enorme cariño que los artistas ponen en estas páginas, que se centran en el punto de vista de Robin mientras intenta probar a un incrédulo Batman que está listo para el trabajo, me quedo con uno en particular en el que, tras ser recogido por Alfred del colegio, el eterno mayordomo y el joven impetuoso conectan de una manera que sólo puede calificarse como GENIAL.

Complementando ese instante en el que se aprecia, como decimos, el mimo que Lemire y Nguyen ponen en las páginas de este libro, no podemos sino lamentar que la única falla que aduciríamos hacia los tres números que lo conforman es que se nos hagan demasiado cortos y que, a su finalización, se nos antoje que todo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Quisiéramos saber más de lo que se nos narra acerca de Croc. Quisiéramos que los cruces de diálogos entre Alfred, Bruce y Dick nunca terminaran. Quisiéramos que ese número en el que el joven aprendiz se encuentra por primera vez con los Titanes jamás tuviera fin. Y, quisiéramos, ya puestos a pedir, que tanto DC al otro lado del charco como ECC a este, se hubieran decantado por una edición de lujo de mayor tamaño para mostrar, en toda su gloria, la maravilla que son las planchas del vietnamita. Nos conformamos con lo que tenemos, claro, pero esperamos que, en un futuro no muy lejano, alguna de las dos editoriales decidan que este precioso volumen merece algo más que el formato comic-book.