A mi derecha, sobre la mesa, coronando una pila de ocho volúmenes que aguardan pacientes a ser reseñados, lo primero que salta a la vista de ‘Presas fáciles’, la última obra de Miguelanxo Prado que Norma nos traía en el pasado Salón del Cómic de Barcelona, es el rectángulo amarillo con el número 17 en negro que indica que esta es la décimo séptima ocasión en que la editorial catalana sirve al autor gallego como escaparate de su superlativo talento a la hora de narrar historias en formato aviñetado. Pero dicho número guarda un significado que sólo se revela a aquellos que nos hemos acercado a todas y cada una de las 16 que vinieron antes de la que hoy ocupa nuestro tiempo, un significado que escapa al mero contenido cardinal u ordinal del número y se adentra de lleno en afirmar con rotundidad que esas 17 son las veces que Prado ha logrado reinventarse.
Porque sí, porque acercarse a la tebeoteca, coger al azar cualquiera de sus anteriores títulos —desde la inmediata ‘Ardalén’ hasta ‘Fragmentos de la enciclopedia délfica’ pasando por ‘Stratos’ o ‘Quotidiania delirante’— y compararlo con ‘Presas fáciles’ es apercibirse del constante proceso de mutación al que Prado siempre se somete cuando ha de encarar una nueva marca en su tebeografía. De hecho, si sólo quisiéramos establecer términos comparativos entre ‘Presas fáciles’ y ‘Ardalén’ —dos títulos entre los que han transcurrido casi cuatro años—, el epíteto que mejor calificaría el abismo que se abre en lo temático —y hasta en lo gráfico, para qué negarlo— entre el mordaz thriller con conciencia social que es el primero y el drama costumbrista con repuntes fantásticos en el que se enmarca el segundo es el de versátil. Versátil hasta decir basta, cabría matizar.
Una versatilidad que, ciñéndonos a ‘Presas fáciles’, es posible encontrar, no ya al compararla con cualquiera de los otros hitos que han jalonado la trayectoria de uno de nuestros mejores autores de tebeo, sino al ir avanzando en una lectura que conjuga, como decía al final del párrafo anterior —y como indica el titular de esta entrada— términos a priori tan antitéticos como thriller y denuncia social. Es más, cabe pensar que si hubiera sido otro el responsable de dar forma a tan improbable maridaje, los resultados no habrían llegado a rozar las cotas de genialidad que Prado alcanza sin que en ningún momento el discurrir de la lectura acuse el desajuste que cabría asociar a la combinación de tales extremos.
Antes bien, lo que el gallego consigue, y consigue con una facilidad pasmosa que habla de forma categórica acerca de su genio, es que importe muy poco la vertiente del relato que queramos analizar, que los resultados son siempre sobresalientes. Si es el thriller lo que pretendemos mirar bajo lupa, nos encontraremos ante un modélico ejemplo del género policíaco, con dos detectives tratando de desentrañar el misterio que se esconde tras las aparentes aleatorias muertes de diversos hombres y mujeres que tienen como único denominador trabajar para entidades bancarias. Modélico por cuanto resulta como poco complicado anticiparse a lo que Prado idea para la conclusión de la trama, y aún más porque los diálogos que el artista pone en boca de los dos personajes principales —genial el subordinado de la inspectora Tabares— son de una naturalidad pasmosa.
Si, por contra, hincamos el diente en la faceta de denuncia social que mueve todo el telón de fondo, es ahí donde Prado hilvana más y mejor y el lugar en el que residen de forma más evidentes las motivaciones últimas del autor para haberse embarcado en hacer realidad ‘Presas fáciles’: y es que, por muy bien que funcione el thriller, que lo hace, ya lo he dicho, no es comparable con la hostia a mano abierta que Prado da al lector al colocar como blanco de sus iras a esos bancos que provocaron la crisis y que han llevado a la desesperación a tantos millones de congéneres nuestros a lo largo y ancho del planeta. Arremetiendo contra ellos, el artista nos sitúa en una posición en la que las fronteras entre ficción, autor y lector se diluyen por completo, resultando inevitable meternos en la piel de las motivaciones que guían la mano de los asesinos o hacer lo propio en los mecanismos que guían la mano del autor para redactar las diversas reflexiones que quedan plasmadas en unos textos cínicos y de una elocuencia suma.
Y si por separado resulta sorprendente ver cómo funcionan cada una de las caras de esta moneda única que es ‘Presas fáciles’, es cuando la hacemos girar y ambas faces se confunden, cuando toda la potencia de su contenido se libera sin remisión, inventando Prado desde la nada un nuevo género que queda engalanado con su habitual maestría a la hora de concretar las viñetas sobre las que discurre con fluidez extrema el relato. Unas viñetas que esta vez huyen del bellísimo tratamiento cromático que el gallego utilizaba en ‘Ardalén’ y que de forma muy apropiada se aproximan a esta historia llena de tonalidades grisáceas con la ayuda del lápiz y de apuntes de aguadas en los muchos tonos de tan umbrío color. El resultado, por si no ha quedado claro, un volumen IMPRESCINDIBLE para un año que no ha cesado en ofrecernos tebeos españoles de inmenso calado. Felicitemosnos.
Presas fáciles
- Autores: Miguelanxo Prado
- Editorial: Norma
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 96 páginas
- Precio: 18,53 euros en