Teniendo en cuenta que le gritamos a la tele, insultamos al microondas cuando se estropea e intentamos negociar con el ordenador cuando los programas no se instalan demasiado deprisa, resulta fácil pensar no que las inteligencias artificiales tengan alma, sino que nosotros somos los que se la otorgamos. Si el ente robótico de marras tiene encima aspecto humanoide y ejecuta tareas propias de un ser humano aceptar que no sea una mera máquina resulta todavía más difícil enfocar nuestro comportamiento hacia este…de ahí a empezar a plantearnos si es una persona, independientemente de su inteligencia privilegiada, sólo hay un paso. Esta podría ser la versión muy simplificada de las motivaciones de algunos de los personajes de ‘Pino‘, la historia de un modelo de robot, el Pino del título, cuya destrucción se ordena cuando uno de ellos ante la inminente destrucción de su entorno de su trabajo y de sí mismo toma una decisión que choca con su protocolo. Pero un investigador que sufre una enfermedad terminal decide emplear sus últimos meses de vida en investigar antes de su eliminación otros Pinos para descubrir que le llevó a tomar tal decisión y por supuesto el término alma entrará en la ecuación.
Es fácil experimentar numerosos déjà vu a lo largo de esta historia. Desde ese nombre nada gratuito a las labores de los distintos Pinos hasta incluso el mismo desenlace del relato. Pero esta obra, que va a centrarse especialmente en uno de ellos que, en un barrio marginal, se dedica al cuidado de una dulce anciana que, en un estado de demencia progresiva, le confunde con el hijo que perdió hace décadas, no apuesta por la innovación sino por la empatia pura y dura. Si bien las razones que llevan al robot a actuar así con ella podrían obedecer inicialmente perfectamente a la lógica la evolución de esta historia nos va a llevar fuera de nuestra zona de confort igual que sucedía, en un ámbito mucho más siniestro y salvando las distancias, con el desenlace de ese gran clásico que es ‘2001: una odisea del espacio‘. En una época en la que la IA aparece en las noticias día sí, día también, y raramente para darnos una alegría, Pino se suma con inteligencia al debate con una visión lógica y más ambigua que la de propuestas como ‘Alita‘ o la película de Spielberg ‘I.A.‘, sabiendo sacar partido de unos elementos dramáticos cuya introducción en la trama sabe dosificar con tino.
Aunque su apartado visual, aún con la precisión necesaria para dar esa vertiente realista que exigen las máquinas y el entorno distópico que presenta, puede que a alguno le resulte más caricaturesco de lo esperado en una trama de esta gravedad, éste resulta perfectamente adecuado para el tono de fábula moralizante que va a adoptando este manga a medida avanza la trama (la escena final de la huida de la cúpula encajaría en cualquier kodomo). ‘Pino’ tiene un buen y cuidado dibujo, con un simpático diseño de personajes que quizás no baste en un primer vistazo para persuadirnos a emprender su lectura, pero este manga, con un fuerte trasfondo filosófico y moral, al igual que pasa con otras obras en publicación que podemos encontrar en nuestras librerías como la muy recomendable ‘El proyecto Darwin‘, nos engancha en apenas unas páginas. ‘Pino’ es un viaje emocionante, para amantes de la buena ciencia ficción o simplemente de las historias de personajes con una pátina diferente, y que en un solo tomo aborda con éxito una cuestión tan difícil como es que es lo que realmente define al ser humano como tal, sin importar si su cuerpo es carne o metal.
Pino
- Autores: Takashi Murakami
- Editorial: Ponent Mon
- Encuadernación: Rústica
- Páginas: 328 páginas
- Precio: 26 euros