‘Pigeons from Hell’, el terror según Robert E.Howard

Junto a la ya comentada ‘Blue Estate’, ‘Pigeons from Hell’ servía a Dib-buks el pasado mes de julio para abrir boca a aquellos que llevábamos tiempo reclamándole a la editorial la opción de que sus miras dieran un pequeño salto al otro lado del charco para traer a nuestras tierras títulos que otras casas españolas no han publicado por la razón que sea. Y si el primer volumen de la trilogía ideada por Viktor Kalkachov nos acercaba al género negro, esta historia autonclusiva que sirve a Joe R.Lansdale para adaptar un relato homónimo de Robert E.Howard, nos adentra en los recovecos del terror.

Escritor de vastísima producción que ha participado en televisión (‘Las aventuras de Batman’), ha sido adaptado al cine (en la hilarante y excéntrica ‘Bubba Ho-Tep’) y ha incursionado en no pocas ocasiones en el mundo del cómic con historias del hombre murciélago, Conan, Jonah Hex, Spirit o ’30 días de noche’, el trabajo de actualización que Lansdale realiza aquí sobre el material ideado por Howard (que ya fue adaptado en 1961 al formato televisivo con Boris Karloff como uno de los protagonistas) sólo puede ser calificado como soberbio, cambiando el guionista a los dos personajes masculinos originales por dos jóvenes herederas de una vetusta mansión en los pantanos del sur de Estados Unidos que, acompañadas por tres jóvenes amigos, descubrirán el horror que se encierra entre las ajadas maderas de la maldita casa.

La forma de ir constuyendo el terror que dimana de las páginas del volumen se debe tanto a la precisa construcción de la atmósfera que Lansdale efectúa a través de los diáologos de los personajes como a la labor de Nathan Fox a los lápices (y Dave Stewart al color): heredero directo de las formas de Paul Pope, Fox concreta aquí un trabajo ejemplar que plasma de forma magnífica los malsanos ambientes en los que se mueve la acción, y gracias a la espléndida conjunción que se da entre su trazo y el guión de Lansdale el lector casi es capaz de apercibirse de los olores y sabores del bayou.

Huelga decir que las dos obras elegidas por Ricardo Esteban para arrancar su «aventura americana» no podían haber sido seleccionadas con más tino y ya esperamos impacientes las próximas delicatessen yanquis que Dib-buks tenga a bien traernos y que, como estas dos, serán degustadas con esmero, el mismo que la casa madrileña ha demostrado una y otra vez poner en todo aquello que sale por sus puertas.