'Nuestra hermana pequeña. Diario de una ciudad costera 4', croquetas en bocata fritas

A solo un tomo del final, y a pesar de ambientarse en esos días de verano en los que casi nos parece oír el canto de las cigarras, la cuarta entrega de ‘Nuestra hermana pequeña‘ tiene un fuerte aroma otoñal. A lo largo de sus páginas hemos aprendido a encariñarnos con los personajes que pueblan la ciudad costera del título, unas mujeres a las que el funeral de su padre les cambió la vida.

Pero como podemos ver en este nuevo tomo los cambios no hacen más que crecer. Mientras Yoshino y Sachi afianzan sus situaciones sentimentales y Suzu se dispone a dar un paso de gigante al empezar una nueva etapa escolar la que va a experimentar una auténtica revolución en su existencia es Chika. La más alocada de las cuatro hermanas, capaz de peinarse a lo afro por amor a pesar de que nadie de su círculo lo haga (algo que en un entorno como en el que mueven nuestras protagonistas no es baladí) y a punto de que el hombre que ama se marche a vivir una experiencia tan arriesgada como marchar al Everest, se va a enfrentar a uno de esos hechos (y no revelaré más) que cambian para siempre la vida de una persona y la de su círculo más íntimo. Akimi Yoshida nos presenta aquí una perfecta evolución de la historia hasta el momento, en un ejercicio de completa madurez, algo que también empiezan a vivir su personajes, que consigue conmover no sólo con sus diálogos sino con aquellas contadas escenas que carecen de ellos.

En su equilibrada combinación de dibujo e historia ‘Nuestra hermana pequeña’ es pura emoción desde sus primeras páginas pero aquí da un auténtico do de pecho cuyo desenlace no puede ser más esperado. Presentando una trama en la que la felicidad se va componiendo de pequeñas decisiones y pequeños placeres, como esos bocatas de croquetas (aunque el mero concepto da vértigo frente a la fama de saludable de la cocina nipona) que fascinan a nuestras heroinas o esas ciruelas que se convierten en el mejor símbolo de la unión familiar, el futuro se construye día a día en la adversidad. Una pequeña joya a la que esta edición de mayor tamaño da la última puntada. Su impecable combinación de drama y comedia nos da gana de reír con las Koda, de llorar con las Koda, y simplemente nos impregna con su humanidad. Un manga que deja huella y lo prueba a cada tomo. Ni fantasía ni acción encontraremos en sus páginas, ni las necesita. La vida en sí basta.