La fascinación que la inmortal obra de Herman Melville ha causado en el mundo de la narrativa visual desde el siglo pasado es la única explicación detrás de las numerosas adaptaciones que tanto en cine como en cómic se han llevado a cabo sobre la historia de la obsesión del Capitán Ahab por dar caza a la imponente ballena blanca que da título a la novela del literato neoyorquino. En lo que al séptimo arte respecta, y con Gregory Peck como la más recordada de las encarnaciones del hombre al mando del Pequod (en un ejemplar filme de aventuras firmado por John Huston), casi una decena de proyectos son los que quedan listados en IMDb como traslaciones a la pequeña y gran pantalla de la novela. Y si ese número os parece poco, una búsqueda por diversas páginas especializadas, devuelve más del doble de proyectos basados en el texto y publicados en formato cómic, siendo quizás los más llamativos ya aquella adaptación que hizo Will Eisner, ya la que ilustró el gran Enrique Breccia o, recientemente, la que publicó Marvel con guión de Roy Thomas y dibujos de Pascal Alixe.
Y quizás por haber leído muchas de ellas y nunca haber encontrado lo que sí me trasladó la prosa de Melville allá por mi adolescencia, las expectativas para con esta nueva incursión aviñetada en el universo creado por el escritor estadounidense eran más bien discretas por más que a los lápices se encontrara uno de mis artistas francófonos favoritos tras haberle leído esas dos espléndidas historias que son ‘Simbad’ y ‘Silas Corey’. Con su trazo suelto, casi abocetado en muchas ocasiones, las reminiscencias al mundo de la animación que éste lleva adheridas y una narrativa portentosa, que sabe con precisión como colocar «la cámara», los dos citados volúmenes eran, desde el punto de vista visual, una constante gozada de mano de Pierre Alary. Pero aún contando con que el nivel no bajaría en exceso en el presente cómic (y se queda muy, pero que muy lejos de hacerlo con unas planchas excelentes y unos diseños de personajes soberbios) era en las formas en las que Olivier Jouvray fuera a trasladar la novela donde residían mis mayores reservas.
Unos temores que quedaban completamente obliterados tras muy pocas páginas de lectura por mor de una adaptación que toma lo mejor del espíritu de ‘Moby Dick’ y lo plasma en tales formas que, en muchos momentos, da la impresión de estar leyendo un tebeo firmado directamente por el propio Melville, trasladando no sólo el grandioso sentido de la aventura de la novela, sino también la hondura psicológica tanto de Ahab como del resto de personajes (digno de encomio es lo mucho que el guionista se trabaja a Queequeg, el arponero polinesio), siendo quizás este sesgo de la lectura el que con más fuerza queda impreso en la memoria toda vez que ésta ha finalizado. Claro está que las 124 páginas del álbum editado por Dib-Buks no pueden aspirar a capturar en toda su complejidad el microcosmos que Melville trazaba en las casi mil páginas de la primera edición británica, pero el modélico trabajo de Jouvray hace que tal «detalle» importe bien poco y que, se conozca o no la historia, quede la clara sensación de haberse asomado a las infinitas aguas del oceáno bajo las mismas premisas en las que el literato planteó su obra magna hace más de siglo y medio.
Moby Dick
- Autores: Olivier Jouvray y Pierre Alary
- Editorial: Dib-buks
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 124 páginas
- Precio: 18 euros