Hay cómics que son paradigma indiscutible de una época. Cómics que, por un cúmulo de circunstancias terminan trascendiendo el mero hecho tebeístico y se arropan de cualidades que van mucho más allá de la viñeta impresa. Cómics que, nos guste o no, forman parte indisoluble, no ya de un momento histórico concreto, sino de la propia historia del noveno arte. Cómics que redefinieron la forma en la que se hacían los cómics y que, casi tres décadas más tarde, siguen reapareciendo de cuando en cuando en nuevas ediciones para que, al acercarnos a ellos, la primera sensación que nos invada sea la de haber viajado en el tiempo a aquél primer instante en el que cayó en nuestras manos. ‘La Patrulla-X. Génesis mutante 2.0’ es, qué duda cabe, uno de esos cómics.
En 1992 servidor todavía no se tomaba muy en serio eso de coleccionar cómics. Sí, los leía. Sí, algo empezaba a almacenarse en las estanterías del dormitorio de casa de mis padres. Sí, ese algo era tan errático que ni podía llamarse tebeoteca. Y sí, como ya he comentado en muchas ocasiones, todo eso estaba a punto de cambiar por el desembarco en nuestro país de los primeros dos números de sendas colecciones de cierto legendario manga firmado por Akira Toriyama que siempre insisto en marcar como las que convirtieron mi pasatiempo en la sana obsesión que hoy justifica una habitación completa de mi hogar familiar. Pero lo que nunca he llegado a decir, porque no ha surgido la ocasión, es que al margen de ‘Dragon Ball’, hubo otro protagonista, quizá no tan llamativo, pero protagonista a fin de cuentas, en ese fundamental cambió que se operó en mi inclinación hacia el cosmos del arte secuencial.
Huelga decir que ese otro protagonista fue el primer número de ‘X-Men’ que Fórum publicó en agosto de 1992, un número que ya había hecho historia al otro lado del charco con sus ventas millonarias —datos que, como podréis imaginar, desconocía por completo un pipiolo de provincias como yo— y que suponía uno de esos «jump points» que tanto gustan a las editoriales yanquis. No habiendo entendido nunca cómo pueden justificarse las maniobras comerciales que rodean a dichos tebeos por cuanto lo que prometen es, como poco, una falacia descomunal, es imprescindible aclarar que de «punto de incorporación», entendiendo como tal el que nos permite embarcarnos en una colección sin saber nada de lo acaecido anteriormente en la misma, el ‘X-Men’ de Chris Claremont y Jim Lee tiene lo que yo de pío…vamos, que ni el nombre.
Habiendo aprendido a lo largo de muchos lustros y muchas lecturas posteriores cómo se las gastaba el guionista en aquellos años en los que controlaba las vidas de la inmensa mayoría de los mutantes del Universo Marvel, os podéis imaginar lo que supuso para mi yo de hace veintisiete años darse de bruces con un cómic tan espectacular como este y, a la vez, tan complicado de seguir puesto que, todo lo que en él se plantea, está directamente conectado con lo que Claremont había ido construyendo en meses anteriores en torno a Xavier, Magneto, Cíclope, Lobezno, Tormenta, Pícara, Mariposa Mental, Coloso, la Bestia, el Arcángel y Gámbito; nombres todos tremendamente familiares hoy en día que, no obstante, eran perfectos desconocidos para el que, como yo, se acercara por primera vez a los hombres y mujeres X.
No negaré, puesto que sería una necedad hacerlo, que algo de talante introductorio había en el primer número por la exhaustiva presentación de los personajes; pero no contar con el bagaje de todas sus cuitas personales, del recorrido que los había llevado hasta allí y de lo que suponía para la Patrulla-X este enésimo enfrentamiento con la primera némesis con la que tuvieron que medirse fuerzas allá por los años 60, era todo un obstáculo a superar al que no ayudaban esos diálogos tremendamente categóricos y de tono exacerdabamente dramático/épico que Claremont ponía en boca de sus «actores», haciendo que hasta la más mínima conversación quedara envuelta en un muy falso halo de suma trascendencia.
Afortunadamente, para ayudar a aquél chaval de dieciséis años a olvidarse de la arremetida que suponía un relato de tan profunda trascendencia en la historia de los mutantes —profundo por aquel entonces, claro, que vista hoy, y sabiendo cómo se las gasta Marvel para reinventarse y deshacerse cada dos por tres, la relevancia en la continuidad de lo que aquí leemos es nula—, venía en auxilio Jim Lee: todavía faltaban dos años para que el artista estadounidense se convirtiera rápidamente en uno de mis dibujantes favoritos…plaza que, dicho sea de paso, hace «eones» que abandonó…pero, al César lo que es del César, que Marvel lo considerara uno de sus talentos más seguros era algo que no podía ponerse en tela de juicio si tan sólo hubiéramos de atender a las planchas que aquí vemos.
Recoloreadas por ordenador para la reedición estadounidense que Panini incluye ahora en su selección Must-Have, no cabe duda de que, ya en 1991, Lee era un conocedor consumado de cómo el público quería ver la traducción del guión a las viñetas: mucha acción, muchos tipos hiper-musculados, muchas tipas enfundadas en trajes imposibles y unas coreografías alucinantes que dejarían —o al menos conmigo lo consguió— la mandíbula a ras de suelo al más pintado. La fusión de todo lo anterior daba como resultado splash pages como las que veis más arriba, dobles páginas que son el escaparate perfecto para las fortalezas del dibujo de Lee y, por supuesto, para esas fallas que, en la forma de desproporciones que se mueven entre lo somero y lo considerable, o pies que parecen puntas de cuchillo, iría puliendo con el tiempo mientras que coetáneos suyos tan cercanos como Liefeld! realizaban casi un proceso a la inversa.
Degradándose conforme van avanzando las 200 páginas de que se compone el volumen y dejando que gran parte del trabajo lo hagan los entintadores, la cesión del testigo del guión por parte de Claremont a John Byrne y, a los dos números, de éste a Scott Lobdell, no sienta muy bien a una cohesión interna inexistente en la que el dibujante metido a artista total y uno de los escritores más emblemáticos de los noventa, tratan de poner su momentáneo granito de arena con una historia que se siente poco afortunada y que se va desinflando a medida que vamos pasando página tras página.
Si sólo hubiéramos de alimentarnos de nuestras pretéritas percepciones y evitáramos revisar material de ese que leímos in illo tempore, es probable que no tuviéramos que hacer afirmaciones del tipo «es esta una lectura que no ha envejecido muy bien» o «el tiempo ha pasado cual apisonadora por encima de ella». Temor que es muy común a los aficionados al mundillo, creo no obstante que volver a acercarnos a aquellos tebeos que nos marcaron en nuestra infancia y adolescencia es un ejercicio sano y necesario que, ante todo, sirve para fijar el claro concepto de que no es esta una pasión inamovible y estática, sino un ente mutable y cambiante que se va abriendo camino en el inmenso océano que abre el mundo de la viñeta a ambos lados del «charco».
Marvel Must-Have. Patrulla-X: Génesis mutante 2.0
- Autores: Chris Claremont y Jim Lee
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 244 páginas
- Precio: 15 euros