‘Madame Livingstone. Congo: la Gran Guerra’, historia de la Historia

Con ‘Verdún’ trasladándonos a las trincheras de la Primera Guerra Mundial —»la Grande»— hace pocos meses, Yermo parece que no quiere alejarse del primer conflicto a escala mundial que mantuvo a medio planeta con el aliento contenido y nos propone ahora un cambio de escenario, pero no de época, para trasladarnos a sus fieles lectores a latitudes del corazón de África en una aventura que, enfrentando al ejército belga que por aquél entonces ostentaba soberanía sobre el Congo contra las fuerzas del ejército del Káiser, tiene como figura central al Madame Livingstone que da nombre al álbum.

Fijáos que digo «al» y no «a la» Madame Livingstone ya que una de las primeras sorpresas que nos aguarda en este relato de aventuras militares es que el citado personaje es un hombre de color que, ataviado con el típico kilt escocés, clama ser hijo del afamado Doctor Livingstone, el explorador británico que nombró las cataratas Victoria, que luchó en vida de forma activa contra la esclavitud y que aquí, según postula Christophe Cassiau-Haurie, habría sido padre de un bastardo que seguiría los pasos de su progenitor convirtiéndose en un conocedor consumado del territorio en el que se desarrolla la acción. Una acción que también nos presenta a un joven e idealista piloto de la aviación belga y que, en la unión de los dos personajes, dibuja con bastante tino las muy distintas realidades de tan distantes mundos puestas aún más de relieve sobre el tapiz de una guerra que, como tantas otras, poco o nada interesaba a los nativos del país.

Discurriendo con una fluidez más que correcta y aproximándose de manera sólida tanto a la definición de sus dos protagonistas como a la de algunos de sus muchos secundarios, donde ‘Madame Livingstone’ pasa de ser una lectura que raya a un nivel medio a una que lo hace a una altura bastante notable es en el apartado gráfico. Obra de Barly Barut, las acuarelas sobre lápiz que el artista trabaja a lo largo de las 128 páginas acercan su estilo, y de qué manera, al de un grande de la BD francobelga, Hermann Huppe. Que un dibujante que descubrimos con éste volumen se mida de tú a tú en muchos instantes de la lectura con tan enorme referencia viene a hablar con contundencia de lo espléndido de unas páginas de singular belleza que piden a gritos acercarse a ellas.