Hubo un tiempo, hace ya más de veinte años, en el que bebía de tal manera los vientos por el arte de Alan Davis y sus formas narrativas, que dicho sentimiento de enamoramiento por lo que el británico producía me llevaba incluso a comprar grapas de series que no seguía por el mero hecho de que la portada de dicho ejemplar viniera firmada por él. Tanto fue así que, durante años, rastreé todo aquello que Davis hubiera parido y, tal y como adquiría una nueva grapa, quitaba la portada, la guardaba con mimo en un archivador y…¡¡¡tiraba las tripas!!! En fin, locuras de juventud. Con esta pequeña anécdota vengo a decir, obviamente, que si «moría» por una portada suya, imaginad lo que, a lo largo de las décadas, han supuesto los cómics de Davis y la de veces que, desde que se fueron incorporando a la tebeoteca, habré leído el ‘Lobezno. Sed de sangre‘, el ‘Batman. Full Circle‘, su segunda estancia en ‘Excalibur‘ —por no hablar del especial que daba comienzo a la serie—, su maravillosa ‘Clandestine‘, su última historia para la primera familia Marvel, aquellos lejanos números en los que se ocupó de ‘Batman y los Outsiders‘ o la que, a día de hoy, considero su obra cumbre, la magnífica ‘JLA. El clavo‘.
Pero, como toda relación, la mía con Davis ha ido transitando de la pasión inicial al cariño actual, y aunque sigue pareciéndome un enorme artista, cuando me asomo a sus nuevos proyectos, ya los miro con un espíritu más crítico, no pasando por alto lo mucho que, por ejemplo, abusa el británico de un mismo escorzo facial. O, como mi compañero Mario ha llegado a comentar de manera jocosa en alguna ocasión «dibuja tan bien que ya ni sorprende». Sea como fuere, el que Davis uniera sus fuerzas aquí a nuestro querido Brian Michael Bendis debería ser motivo de festejo y algarabía extrema por cuanto, no sólo se daban cita dos talentos incuestionables sino porque, además, lo hacían en un proyecto tremendamente atractivo y muy significativo en su posicionamiento como puente entre ‘Asedio’ y el renacimiento al que el guionista sometería a Los Vengadores tras años torturándolos desde que tomara las riendas de sus destinos con el «desunidos». La pregunta clara es ¿respondía ‘Los Vengadores: las Guerras Asgardianas‘ a la fiesta que se esperaba de ella? Sí….y no.
En la parte negativa, por quitárnosla de en medio cuanto antes, tenemos a un Bendis en modo automático al que lo único que parece importarle acerca de la miniserie es dar salida a su objetivo principal: volver a unir a Thor, Iron Man y el Capi para relanzar la cabecera. Todo lo demás que gira en torno a esa intención se siente como una anécdota estirada que mete casi con calzador esas Guerra Asgardianas a las que hace referencia el título en español —el título original de volumen es ‘Avengers: Prime‘—. Hasta ahí, si no contamos lo de Davis y su «perfección que cansa», las fallas que cabría imponer a una lectura que avanza como un tiro, que es perfecto ejemplo del arquetipo de aventura de superhéroes Marvel —con todo lo bueno y lo «malo» que eso conlleva—, que permite al enorme Alan Davis cuajar algunas splash pages de esas que provocan el babeo incontenible y que, junto con sus muchos valores añadidos —de los que, creemos, no hace falta hacer apostolado aquí—, hacen de este volumen uno de esos que, prescindible si así se quiere, no cuesta «echarse» ni lo más mínimo. ‘Nuff said!!!!
Vengadores: las Guerras Asgardianas
- Autores: Brian Michael Bendis y Alan Davis
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 144 páginas
- Precio: 15 euros