'Lois Lane. Enemiga del pueblo', una propuesta diferente

Si observamos su trayectoria reciente, Greg Rucka parece haberle cogido gusto a que sus historias vengan protagonizadas por aguerridas féminas. Tan sólo hay que echar un vistazo a lo más relevante que el guionista ha publicado en el último lustro para apercibirse de esta tendencia que viene perfectamente marcada por la MAGISTRAL ‘Lazarus‘, la espléndida ‘Black Magick‘, la no menos sólida ‘La vieja guardia‘ —vale, aquí cabría argüir que se trata de un cómic coral…cabría hacerlo, pero no dejaría de ser evidente que su protagonista principal es una mujer—, su estancia al frente de ‘Wonder Woman‘ o, por supuesto, esta maxiserie dedicada a Lois Lane que intenta —y consigue, al menos en parte— establecer a la determinada periodista y esposísima de Superman como una figura algo alejada de la descomunal sombra que proyecta el mayor superhéroe de todos los tiempos.

Inserta en un discurrir editorial del Universo DC que en el instante en que se publica pasa por tener a Superman en manos de Brian Michael Bendis e ir dirigiendo al hombre de acero a la fundamental revelación que el guionista hará en el número 18 de ‘Superman‘, en las páginas de ‘Lois Lane. Enemiga del pueblo‘, Rucka lidia con una revelación anterior, el que Lois le esté «poniendo los cuernos» a Clark con Superman. Utilizando dicho resorte como chascarrillo recurrente a lo largo de la narración, y atendiendo también de manera constante a que, a cada momento en que se encuentra en una situación complicada, Lois susurre cosas como «todo va bien Smallville» para hacerle saber a su marido que tiene controlado el asunto, el esfuerzo de Rucka por contrarrestar, como decíamos, el inmenso peso que cualquier mención a Superman, por velada que sea, tiene en un tebeo, se salda con resultados notables gracias a la inclusión del nuevo Question que es Reneé Montoya, al entramado internacional que pone en el punto de mira a la incansable periodista y al que, al contrapesarla con elementos masculinos, éstos sólo hagan reforzar la imagen de la protagonista.

Así, instantes como el número dedicado al funeral del padre de Lois —y la genialidad con la que Rucka mezcla el lado más vulnerable de Lois con el más determinado— o la manera en la que el guionista define, con cuatro trazos, su relación con Perry White, no hacen sino que caigamos más prendados de la fuerza de la naturaleza que nos presenta la lectura. Una lectura que, eso sí, queda algo deslavazada, ya por su tramo intermedio, ya por su extensión —creo que una menor duración habría redundado en pulir el carácter de relleno con el que se sienten algunas decisiones argumentales— y que encuentra en Mike Perkins un valedor algo irregular para lo que esto habría podido llegar a ser en manos de un artista más hábil: el estilo sucio del artista británico, cuyas tintas sentaban de escándalo a los lápices de Steve Epting en ‘Capitán América‘, funciona a las mil maravillas en los derroteros más urbanos y noir de la narración, pero fallan —al menos en mi humilde opinión— en la vertiente superheroica del proyecto, esa que Rucka intenta minimizar pero que, con cierto protagonismo puntual, no queda puesta en relieve como debiera. Con todo, un proyecto estimulante y diferente de esos que deberían abundar con más frecuencia en el Universo DC.