‘Las lobas’, a trompicones

Por muy focalizada que pueda estar en el entorno más o menos inmediato de una familia durante los años de la Segunda Guerra Mundial, que ‘Las lobas’ abarque en sus 200 páginas el lustro que separa el comienzo de la contienda en 1939 y la liberación de Bélgica en 1944, es algo que termina pasándole factura a una lectura que avanza atribulada y en no pocas ocasiones de puntillas por las mil desventuras que los abuelos y bisabuelos de la artista tuvieron que padecer cuando su tierra fue ocupada a paso de ganso por las tropas del Tercer Reich.

Bajo la premisa de tratar de condensar de la mejor manera posible la lucha que tuvieron que mantener algunos de sus antepasados para no sucumbir bajo el yugo nazi y conservar su integridad y su dignidad mientras dichos valores eran aplastados por la esvástica, Flore Balthazar construye un relato que, por su talante coral, presenta a demasiados personajes y les otorga tanta importancia a muchos de ellos, que al lector le resulta muy complicado —por no decir imposible— empatizar y sentir como suyo el dolor y la angustia derivados de los dramáticos instantes que la gran mayoría tendrán que soportar. Ésto, que a mi parecer ya resulta determinante para sopesar la valía del volumen publicado por Ponent Mon, se une a un fundamental hecho que, ajeno al tebeo, ostenta un peso considerable a nivel personal: el que, dada mi extrema filia por aquellos seis años en los que el mundo se vio sumido bajo la sombra de la guerra, muy mal haga su trabajo la historia de turno para no fascinarme.

Que ‘Las lobas’ no lo consiga, habla por sí solo del irregular trabajo de Balthazar, y por más que el devenir de la historia atesore momentos de suma intensidad, es una personalidad desdibujada y casual la que caracteriza a un tebeo que, en términos gráficos, también falla en conectar con este redactor: no me habrían molestado en absoluto la simplicidad del trazo o la sencillez de la estructura narrativa si el relato hubiera funcionado de manera sólida pero, al no hacerlo, las limitaciones de uno y otro quedan expuestas de manera poco decorosa, haciendo muy complicado subrayar algún instante brillante o alguna decisión que nos maraville en un conjunto envuelto en un halo de escueta normalidad.