‘Las guerreras de Troy’, en la parte que vale la pena

De entre todas las posibilidades de asomarnos al universo de Troy que Yermo nos ha ofrecido hasta el momento —y, sí uno se pone a sumar, la cantidad no es baladí—, hay un reducido puñado de títulos que no supieron estar a la altura de la colección original, sus magníficas secuelas o los más sólidos spin-off y que, en cierto modo, suponen una mácula en lo impertérrito en términos generales del cosmos creado imaginado por Christophe Arleston y Didier Tarquin. Dicha mácula provoca que, ante cada nueva propuesta de la editorial española por rescatar una de las colecciones que componen los muchos mundos de Troy, la cautela sea la forma de operar para evitar que las expectativas hagan su trabajo y uno termine decepcionado ante el resultado final.

Así las cosas, y bajo esa premisa de ser cauto, abría el integral de ‘Las guerreras de Troy’ para, pocas páginas después, caer rendido ante la evidencia de lo muy positivo del trabajo cuajado aquí por Arleston y Mélanie Turpin a los guiones y Daniel Henrotin (Dany) en unas planchas que merecen que sean aquellas por las que comencemos a desgranar nuestro juicio crítico. Porque lo que aquí encontramos es de una solidez a prueba de valoraciones negativas, y lo único que cabría anteponer a un dibujo ágil, de narrativa fluida, magnífico colorido y talante cercano a los postulados establecidos por Tarquin es que, de cuando en cuando, esa narrativa se torna algo abrupta, y cuesta entender tal o cuál transición de una viñeta a otra.

Pero, como digo, es un mal menor en una lectura plagada de espléndidos diseños, de damiselas ligeras de ropa y de escenarios exóticos y variados que acompañan a las mil maravillas al divertido y animado relato urdido por la pareja de guionistas. Sin saber el alcance del trabajo real de cada uno —aunque apostaría a que Arleston simplemente elucubra ciertas ideas a las que después Melanÿn da forma definitiva de guión— hay que reconocer que la historia de ‘Las guerreras de Troy’ entronca a la perfección en ese tono mezcla de desenfado, épica y repuntes de seriedad que tan bien caracteriza a ‘Lanfeust de Troy’ y que, al hacerlo, se gana un puesto por derecho entre esos álbumes del universo de Troy que sí vale la pena guardar en nuestras tebeotecas.