COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘La isla del Dr.Moreau’, espléndida adaptación

Es posible que sea predicar sobre lo predicado, pero se me hace complicado no empezar estas líneas sin hacer alusión a que, desde que lo descubriera en ‘Locke & Key’ —en esa MARAVILLA llamada ‘Locke & Key’, cabría apostillar— no he dejado pasar ni uno de los proyectos anteriores o posteriores en los que ha ido metiendo sus prodigiosas manos el enorme Gabriel Rodríguez. Tanto es así que, a lo largo de los últimos años, han venido a formar parte de mi tebeoteca ‘The great & secret show’ —adaptación de un relato de Clive Barker que el chileno dibujó antes de meterse a poner en imágenes las mil y una triquiñuelas que Joe Hill imaginó en ‘Locke & Key’—; esa pequeña genialidad que fue ‘Little Nemo. Return to Slumberland‘; la siguiente colaboración de Rodríguez con Hill en ‘Tales of the Darkside‘ o, por supuesto, la estimulante puesta al día de los mitos y leyendas artúricos que, proyecto en solitario del arquitecto sudamericano metido a dibujante de tebeos, fue el primer volumen de ‘La espada de las eras‘. Todo un rosario variado y maravilloso cuando hay que atender a la calidad de unos lápices que no parecen conocer límites, que vuelve a ponerse de relieve cuando hemos de valorar lo que el artista consigue, junto a Ted Adams, en esta magnífica adaptación de la obra de H.G. Wells.

Con más de cien años a sus espaldas, y alguna que otra poco afortunada adaptación al cine —más de media docena se cuentan en la IMDb, quizás con la protagonizada por Marlon Brando y Val Kilmer como la más conocida…que no la mejor— el lejano recuerdo que tengo de una muy pretérita lectura del texto original del literato británico me lleva a inclinarme por el trabajo de Adams y Rodríguez como el que mejor ha sabido acercarse hasta el momento a lo que el padre de la ciencia ficción recogió en esta historia en la que un náufrago va a dar con sus huesos en una isla controlada por un científico loco que experimenta con la hibridación entre animales y humanos. Y eso contando con algunas de las libertades que los artistas se toman con respecto a lo postulado por Wells, siendo la más significativa de ellas el que, en lugar de un protagonista masculino, la pareja de autores conviertan a Edward Prendick en Ellie Prendick, una bióloga londinense.

Dicha decisión, y alguna que otra menor, no hacen sino redundar en la clara impresión de que, aún con sus 124 años, ‘La isla del Dr. Moreau‘ continua atesorando una carga de contemporaneidad considerable puesta en valor, qué duda cabe, por la rica opulencia que Rodríguez vuelve a demostrar en unos lápices que, atención, vienen recogidos íntegros y desnudos en la segunda mitad de esta edición de Panini que, con poco más de un centímetro menos de altura, es un calco de la original que IDW hacía hace pocos meses en inglés: ya hemos hablado muchas veces de la incuestionable capacidad del chileno para caracterizar a personajes de manera precisa y plantear unos escenarios tremendamente tridimensionales —a ese respecto eran dignos de lectura los extras que acompañaban a la edición de ‘La espada de las eras’— y las planchas que aquí podemos contemplar no hacen sino reforzar la clara idea que tenemos sobre él como uno de los MEJORES DIBUJANTES que pueblan el vasto panorama actual del noveno arte a uno y otro lado del charco. ¿Hace falta decir algo más?

La isla del Dr.Moreau

  • Autores: Ted Adams y Gabriel Rodríguez
  • Editorial: Panini
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 120 páginas
  • Precio: 16,14 euros en

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2 comentarios en «‘La isla del Dr.Moreau’, espléndida adaptación»

  1. Completamente de acuerdo con los comentarios sobre el dibujante. Es apabullante. Hay que tener muy buenos conocimientos de anatomía para dibujar esos híbridos. Mi único comentario negativo sería que a veces el preciosismo es enemigo de la profundidad narrativa. El cómic se lee en un suspiro y da la impresión de que la narración es un poco acelerado. Por lo demás, un placer.

  2. Es cierto, querido Jorge, que el cómic se lee como si nada. Pero en mi caso no lo veo como un defecto sino como una virtud de concisión y ahorro narrativo, algo que habla muy bien de las habilidades de Rodríguez, no sólo como ilustrador, sino como narrador.

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