‘La isla de las piedras’, arqueología aviñetada

Publicadas originalmente como instrumento pedagógico con el que enseñar una parte muy relevante del legado Balear a los alumnos de las islas, los dos relatos que Dib-buks reune en ‘La isla de las piedras’ son, de nuevo, una prueba palpable de la extendida aceptación que el cómic continua acaparando como medio de gran efectividad a la hora de acercar a sus lectores historias que, a priori, sólo deberían tener cabida en sesudos informes, tesis interminables y artículos en revistas especializadas alejadas del alcance del público medio.

Salvando pues la distancia que una vez existió entre la narrativa secuencial y la difusión de contenidos «serios», el trabajo a seis manos de Marc Ferré y los artistas Pau y Max se alza como una lectura la mar de entretenida que se lee en un suspiro. Ello se debe, qué duda cabe, a que las dos historias que teje el guionista aúnan simplicidad, seriedad y ganas de que el lector se lo pase bien con una voluntad pedagógica que conforma el sustrato base sobre el que se establece este análisis de la prehistoria mallorquí.

Pero si está claro que sin el aporte de Ferré, ‘La isla de las piedras’ no habría sido lo que es, también resulta evidente que es la labor gráfica de sendos dibujantes la que más intensas posturas consigue acercar de cara a que el potencial lector se deje atrapar por tanto por ‘El bosque negro’ como por ‘La cueva del Mussol’: alternando fondos y personajes (Max es el que dibuja a los protagonistas en el primero y se dedica a hacer los fondos en el segundo, mientras que Pau se encarga de lo contrario en cada relato) el singular estilo de dibujo de ambos artistas es el que termina de suavizar las pocas asperezas que pudiera atesorar el guión, y el incuestionable talante agradable que desprenden los trazos de sendos maestros narradores es, sin duda alguna, la mejor apuesta de un volumen que todo adulto que entienda de tebeos debería pasarle en algún momento a sus vástagos.