'La cantina de medianoche 7', tempuraouille

Beber para olvidar…el corazón roto es el mejor aperitivo para un vaso o, más bien, una botella en la que ahogar esas penas que a veces aprietan el alma. Pero beber con el estómago vacío levanta el ánimo, pero hunde las entrañas y ¿qué hay mejor que un plato casero al calor del amor en un bar, que decía la canción?. Así lo cree ‘La cantina de medianoche‘, un manga que si bien ha alcanzado popularidad por su adaptación en Netflix conquista en papel, donde ya ha alcanzado el séptimo tomo.

Repitiendo la estructura de los volúmenes anteriores, en forma de breves capítulos que nos van presentando los habituales, o como dirían las páginas de Santiago Valenzuela, los torreznos, que cada noche visitan este izakaya, »La cantina de medianoche’ es, tomando como excusa los deliciosos platos que prepara su dueño (cualquier cosa, siempre que tenga los ingredientes necesarios para ello), sobre todo un conjunto de historias de amor y desamor, algunas tan inquietantes como la de la particular obsesión de un cirujano plástico hacia su ex. De parejas que se unen y se desunen, que entablan una relación sin recordar haberse conocido en el pasado (como ese hombre de negocios que no sospecha que su amante es la niña gordita con la que se metía en el colegio) y que descubren el amor cuando nadie apostaba por ello, ni siquiera ellos mismos. Pero además en un número tan heterogéneo como este vamos a encontrar un importante número de historias dedicadas a las relaciones entre padres e hijos. Padres ausentes que revelan su identidad cuando a determinadas alturas de la vida ya no importa, familias para las que los lazos de sangre resultan algo secundario, madres coraje que ocultan más de un secreto, sin dejar de lado ese vínculo casi familiar que se forja entre maestro y protegido. Hasta para la venganza hay sitio. Pequeños bocados de vida que resultan casi adictivos en una serie que no se enfría a medida avanzan sus capítulos, hilando las vidas del buen número de secundarios que se han ido incorporando al reparto mientras otros se asoman solo un momento, aunque más de uno deje una huella indeleble.

La séptima entrega de ‘La cantina de medianoche’ nos abre el apetito. De encurtidos, de misho, arroz, tofu y hasta de salchichas. Pero sobre todo de buenas historias, de nostalgia y de romance. Con cada capítulo consigue satisfacerlo un poco. Después solo queda el ayuno, al menos hasta el próximo número.