Estructurado a lo largo de sus quince números en tres arcos argumentales de cinco números cada uno, la lectura de ‘La Bruja Escarlata‘ de James Robinson resulta un hecho algo desigual. Es incuestionable que el guionista tiene una idea precisa del viaje al que quiere someter a Wanda y por qué recovecos quiere deconstruirla durante los diez primeros números para, después, volverla a levantar más fuerte, determinada y definida. Asimismo, resulta innegable que tanto el primer quinteto como el último, rayan a considerable altura alzándose —acaso junto a lo que Brian Michael Bendis hizo con ella en ‘House of M‘— como referente inmediato de un personaje que siempre ha estado ahí en segundo plano y pocas veces en el lugar en el que Disney ha querido colocarla al hacerla protagonista de la maravillosa ‘Wandavision‘. Pero, ay, es en los cinco números intermedios donde Robinson no consigue dar en la diana y donde su acercamiento a la señorita Maximoff hace aguas más evidentes.
Asumiendo, porque no es difícil hacerlo, que dichos ejemplares van orientados a complementar y servir de trasfondo a ese proceso de deconstrucción-construcción del personaje que es el proyecto del guionista, el que cada uno atienda a un palo diferente y se configuren como una suerte de freak of the week —alocución inglesa derivada de las series de televisión que como ‘Expediente X‘, ‘Buffy’ o ‘Smallville‘, ofrecían en sus capítulos más procedimentales el inevitable enfrentamiento entre sus protagonistas y el «monstruo de la semana»— resta coherencia interna a lo bien que se conjugan los otros dos extremos de la narración. Insistimos en que todos ellos, a su manera, aportan algún detalle que añadir al tratamiento que se da a Wanda —quizás el que más lo haga sea el número dedicado a Pietro y a la larga conversación que mantienen los dos hermanos—, pero lo cierto es que, a la postre, se sienten dilatados y poco agraciados en términos generales.
No pasa así con los diez restantes, números en los que Robinson traza un viaje perfectamente demarcado y en el que la compañía de Agatha Harkness, de la progenitora de Wanda y de cierto antagonista, anima un recorrido en el que el plano terrenal y el ultraterrenal van cobrando alterno protagonismo de la mano de un equipo de catorce dibujantes diferentes en lo que se antoja, paradójicamente, como la mejor decisión artística de la serie. ¿Paradójica? Sí. Y es que, en términos negativos, no somos muy amantes de los bailes de dibujantes —eufemismo en toda regla cuando, en realidad, detestamos que en una misma colección, aparezcan los nunca bien recibidos fillers— y tener que ir asistiendo al incesante baile que propone este volumen habría sido, en otras circunstancias, argumento principal para echar por tierra cualquier esfuerzo por parte de sus responsables. En su lugar, el contar con nombres como Vanesa del Rey, Javier Pulido, Steve Dillon o Joelle Jones, convierte a este viaje en uno muy estimulante y evidentemente variado que, no obstante, y aún asumiendo los muy diferentes estilos de cada firma, se percibe en lo visual con cierto halo de homogeneidad. Un valor este que, unido a la imperturbable solidez que, como hemos dicho, atesoran inicio y fin de la narración, convierten al trabajo de Robinson, ya lo afirmábamos al comienzo, en el referente más claro al que recurrir a la hora de señalar lo mejor que Wanda Maximoff ha conocido en papel impreso. ‘Nuff Said!!!!
La Bruja Escarlata: la senda de las brujas
- Autores: James Robinson y VVAA
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 344 páginas
- Precio: 35 euros