‘Isabellae 3. Hijas de Ériu’, magnífico punto y seguido

Si anteayer os traíamos el capítulo intermedio del primer ciclo de ‘Carthago’ y nos quedábamos con el interrogante de qué será con la serie en su cambio de dibujante, hoy centramos nuestra atención en esa realidad firme y soberbia que ya plantean los tres álbumes que componen la primera trilogía ideada por los españoles Raule y Gabor alrededor de esa japonesa de ascendencia irlandesa que es ‘Isabellae’. Una cuyas aventuras ya nos habían dejado francamente sastifechos en sus dos entregas previas y que con este punto y seguido evidencia las muchas y muy diversas fortalezas que residen en el seno de un título que aúna aventuras y magia y que fusiona a las mil maravillas dos mitologías tan aparentemente opuestas como la nipona y la celta.

De la fusión de ambos mundos dimana, no obstante, gran parte de lo que de genial hay en ‘Isabellae’, ya estemos hablando de la precisión con la que Raule nos traslada a los entornos del Japón y la China feudales, con personajes que parecen sacados en muchas ocasiones del mejor Kurosawa, ya lo estemos haciendo del arte de un Gabor que —y lo repetimos por tercera vez, no sea que alguien aún no se haya dado por enterado— reinventado por completo con respecto a otros trabajos suyos, completa ese viaje al pasado con una ingente tarea de documentación gráfica que aborda por igual personajes y escenarios para no dejar escapar detalle alguno y aportar a la lectura ese «algo más» que al menos servidor siempre busca al abrir un tebeo, sea del género que sea.

Desvelando por fin el misterio que se escondía tras la búsqueda de la pelirroja protagonista, la grandeza de ‘Hijas de Ériu’ reside no tanto en que por fin averigüemos qué nos tenía reservados Raule para la conclusión de este primer arco argumental, sino en que, resuelto éste, todo lo que se deja planteado para el futuro de la cabecera se antoje aún más interesante que lo que ya hemos leído. Tal potencial encierra el futuro de ‘Isabellae’ que el saber que este álbum se publicó en agosto del pasado año en Francia y que ello suponga que al menos hasta final de año —y eso contando con que el nuevo álbum salga en el país vecino allá por verano— no volveremos a inmersionar por estas latitudes en esta espléndida aventura provoca, entre otras cosas, una ansiedad que sólo podrá ser paliada por más páginas de tan apreciada obra. Hasta entonces, a aguantar toca.