La única referencia que servidor tenía de Mathieu Reynes hasta que cayó en sus manos, hace pocas semanas, este primer volumen de ‘Harmony’ publicado por Dibbuks, quedaba ceñida al trabajo del artista francés como guionista de ‘La memoria del agua’, un álbum del que hablamos por estas mismas líneas hace casi seis años —vamos, en el pleistoceno de Fancueva— y en el que el autor trazaba un relato en el que lo común y lo extraordinario quedaban mezclados de manera espléndida. Sin nada más en lo que hincar el diente desde entonces, poco podíamos imaginar en qué términos iba a moverse el primer ciclo de ‘Harmony’. Y sin duda por esta razón, pero aún más porque la calidad de lo que aquí encontramos es asombrosa, es que nos atrevemos a calificar a los tres ejemplares que aquí se recogen como (algo más que) sobresalientes en todos los sentidos.
Aún asumiendo sus muchas referencias —referencias que uno va identificando durante la lectura y que el propio Reynes no tiene reparos en desmenuzar en los extras que acompañan al integral— es la originalidad la sensación que prima sobre otras a lo largo de la lectura de ‘Harmony’. Es más, su capacidad para sorprender y para no dejarse anticipar lo más mínimo —algo que, ya he apuntado muchas veces, considero virtud imprescindible en una buena historia— sepulta bajo una sólida losa cualquier apreciación negativa que pudiera erigirse en contra del funcionamiento del relato arguyendo, precisamente, que al recordar a muchas cosas, es previsible hasta la médula. Y nada más lejos de la realidad: si algo caracteriza al discurrir de esta historia en la que unos jóvenes son sometidos a experimentos para explotar sus capacidades sobrehumanas, son sus constantes golpes de timón, sus inesperados giros y que casi nunca los personajes, por más que puedan percibirse como meros arquetipos, sean lo que parecen ser, creando la combinación de estos aspectos una lectura que, sin querer otra cosa que entretener e intrigar, consigue ambos objetivos de manera alucinante.
Pero si alucinante es su discurso —y eso por no hablar de cierto recurso con el que arranca el tercer álbum que, suponemos, animará la función de cara al futuro—aún más lo es el despliegue visual que lleva a cabo Reynes. Con un estilo que, creo, queda perfectamente definido como el hijo bastardo entre el trazo de Josep Homs y el de Sylvain Valleé —la artista detrás de esa obra maestra que es ‘Érase una vez en Francia’—, el dibujo de Reynes, grande en el diseño de personajes y aún más en el mimo por la definición de escenarios o la fluidez de su narrativa, supera con creces a lo que su vertiente como guionista es capaz de desarrollar, y si a ésta cabría calificarla de sobresaliente, ya os podéis imaginar que epíteto sería el más adecuado para tachar a una faceta gráfica en la que todo, lápices, tintas y color, está a una altura descomunal.
Lamentablemente, hemos de terminar esta entrada con una nota algo amarga por cuanto vamos a tener que esperar sentados bastante tiempo antes de que Dibbuks pueda publicar el segundo ciclo de ‘Harmony’. ¿El motivo, decís? Sencillo: el cuatro álbum de la serie, primero del citado segundo ciclo, aparecía en Francia el pasado mes de septiembre y, aunque es de esperar que Dupuis edite el quinto a lo largo de este 2019, todo hace suponer que no será hasta finales de 2020 o principios de 2021 cuando podamos disfrutar de lo que sea que Reynes nos tiene reservados a los lectores a los que ‘Harmony’ ha sorprendido y enamorado. Larga espera…muy larga.
Harmony. Primer ciclo
- Autores: Mathieu Reynes
- Editorial: Dibbuks
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 192 páginas
- Precio: 26,60 euros en