A veces he tenido la sensación de ser un oportunista, alguien que pasaba por allí y que se atrevió a dibujar tebeos, pero esta idea desaparece cuando me doy cuenta de lo mucho que trabajo.
‘Píldoras azules’, ‘Constellation’ y ‘Lupus’. El arranque de la carrera de Frederik Peeters no podía dejar las cosas más claras, nos encontrábamos ante un nuevo referente del cómic europeo. Pero que cada trabajo tuyo sea foco de atención nada más ser publicado puede llegar a pesar demasiado en el ánimo creativo de un autor. ¿Será Peeter se esos?. Veámoslo.
‘Koma’, el Peeters más despersonalizado
Yo no tenía ni idea del guión de Koma. Tenía confianza con Wazem, quien me proporcionaba los álbumes de forma separada, de una vez y completamente escritos
Cualquier conclusión que pudiera sacar a la colaboración de Peeters con Pierre Wazem daba la razón a todos aquellos que habían vertido sus opiniones en la blogosfera acerca del tebeo: ‘Koma’ es un cómic extraño. Su lectura, aún hecha con bastante más proximidad entre tomo y tomo que la que hicieron aquellos que la siguieron con paciencia mientras era publicada, se hace muy cuesta arriba, sobre todo por la brevedad con la que se consume cada volumen y lo poco de historia que se narra en ellos.
La mezcolanza que Wazem hace entre el inicial carácter infantil de las aventuras de Addidas y la trascendencia filosófica que estas terminan teniendo en el transcurso de la historia, chocan de frente con ciertas narraciones paralelas (¿a qué viene meter con calzador al comisario?) de poca o nula relevancia en el devenir de los hechos.
Dicha mezcla no es la única que chirría por el mal engranaje mediante el que está articulada, siendo el enfrentamiento final de la heroína con el villano de la función, y lo que transcurre al mismo tiempo en ese imposible hotel, otro claro ejemplo de lo pobremente planteados que están los cambios de escenario en el transcurrir de la narración.
Queda claro pues (aunque sea leyendo entre líneas) que es Peeters con su trabajo el que salva en parte el desaguisado del escritor. Constriñéndose de forma consciente a una cuadrícula que varía a su antojo, el dibujante suizo sigue aquí haciendo gala de la enorme naturalidad y capacidad expresiva que siempre acompaña a su dibujo.
Responsabilidad suya es además que el climax de la historia y su poética conclusión queden tan bien potenciadas, como también lo es el carisma que desprende la pequeña protagonista, una niña con un desparpajo y una frescura que en manos de un guionista más hábil habría vivido aventuras menos deslavazadas y más vibrantes que las quedan recogidas en los cinco álbumes que conforman el primer tropiezo en la trayectoria del artista suizo.
‘RG’, un nuevo cambio de género
No, no hay reconciliación posible y no habrá tercer volumen.
La historia que rodea a ‘RG’ es casi tan apasionante como lo fueron los magníficos resultados que los dos volúmenes de esta serie policíaca llegaron a ofrecer. Segunda colaboración de Peeters con un guionista externo, la idea inicial para con la cabecera es que hubiera estado conformada por tres volúmenes. Desafortunadamente, tras el segundo, Peeters y Pierre Dragon, el guionista, tropiezan con una de esas «desavenencias irreconciliables» que provoca que el proyecto quede sin rematar.
Por RG se conoce en el país vecino a la Dirección General de Información, un servicio policial que depende del Ministerio del Interior y aporta a este información sobre seguridad interna. En este cuerpo de espionaje trabaja Pierre Dragon. Sí, han leído bien, el guionista de RG es a su vez su protagonista principal.
Una situación cada vez más habitual (la de que un cómic sea un relato autobiográfico) pero que en manos de Dragon adquiere una nueva vida al mostrarnos los entresijos del trabajo policial desde una perspectiva totalmente novedosa, lejos de los mitos sobre los que se suelen construir este tipo de historias, ya sea en el noveno como en el séptimo arte.
‘RG’ muestra sin ningún tipo de adornos o florituras narrativas el día a día del trabajo de un policía cualquiera, ya que el hecho de que Dragon trabaje para el citado cuerpo es circunstancial y el guionista es plenamente consciente de ello. Es debido a este motivo, que la historia que cuenta RG es de carácter universal, por más que se desarrolle en París y sus personajes sean franceses, siendo trasladable punto por punto a cualquier zona del globo; ya no sólo en lo que concierne al desarrollo de la trama policial, sino en lo que Dragon explora de su vida privada tanto en las relaciones sentimentales como en las paterno-filiales.
El realismo y gusto por el detalle que el guionista y policía aporta a la trama se conjuga a la perfección con el dibujo de un Peeters alejado de sus trabajos en anteriores, deteniéndose más el artista en la elaboración de cada viñeta, consciente de que muchas veces son los fondos de las mismas los que cuentan parte de la historia.
Peeters, que controla perfectamente su trazo a la hora de caracterizar a los personajes, también ejerce la labor de colorista, lo que le da la oportunidad de utilizar una paleta de tonos muy sosegados que ayudan aún más a crear esa ilusión de realismo que tanto caracteriza al tebeo.
De forma tranquila y sin obsesionarse en ningún momento por acelerar el ritmo de lo que quieren contar, Dragon y Peeters consiguen con los dos volúmenes de ‘RG’ un cómic que recuerda, y mucho, al cine negro de la época dorada hollywoodiense, aquella en la que los personajes y los diálogos (y los silencios) eran mucho más importantes que los tiros, las persecuciones imposibles y los nulos argumentos. No sé si guionista y dibujante fueron conscientes de ello pero, sea como sea, la jugada les salió redonda.
‘Dándole vueltas’, en dosis pequeñas puede haber mucha genialidad
Cambio a menudo para evitar aburrirme. Cuando se dice que uno se va a pasar varios meses centrado en un trabajo, se procura elegir bien y cambiar de horizontes, creo.
Si se llega a dominar la técnica, una historia corta puede excitar (en el sentido más amplio de la palabra, no me seáis mal pensados) mucho más la imaginación que una narración prolongada. Ello se debe al curioso funcionamiento de los mecanismos de atención del cerebro que, dependiendo del individuo, permiten tener aquélla centrada en lo que está consumiendo sea de la extensión que sea, o todo lo contrario.
Veintiséis historias de desigual longitud y temáticas ajenas son las que componen este volumen. Veintiséis historias que nos acercan a la personalidad de un autor complejo y poseedor de un intelecto tan atractivo como intrigante. Asistiendo a través de las páginas de ‘Dándole Vueltas‘ a la evolución de un artista en constante búsqueda de nuevas fórmulas narrativas, las pequeñas dosis de genio que Peeters nos regala en cada uno de los relatos que conforman este mapa fragmentado e incompleto de su personalidad permiten hacernos una idea, aunque sólo sea en parte, de ciertos posicionamientos vitales del autor suizo.
Así, podremos aquí contemplar desde su fino sentido de la ironía y su enorme capacidad para el humor negro – esa historia que abre el volumen, en la que compara a los duendes de Santa Claus con una pervertida versión de los judíos de Auschwitz es clara muestra de hasta dónde es capaz de llegar el autor – hasta la analítica y clínica mirada (siempre cargada de ironía y cierto pesar) que es capaz de arrojar sobre los hechos más cotidianos, como la vida de una familia de inmigrantes en Suiza o la evolución urbanística de una playa vista a través de los ojos de un perro.
Entre medio, y haciendo gala siempre de un estilo visual que como mínimo se debe calificar de portentoso y que explora una y otra vez las fronteras del noveno arte – las páginas dedicadas a la historia de las drogas en Suiza son ASOMBROSAS – Peeters nos ofrece un rosario inmenso de géneros y tipologías narrativas que incurren una y otra vez en cambiar el uso de uno, dos (o varios) elementos, alejarse un paso y observar, cual científico, como se articulan entonces los mecanismos del tebeo.
Los más evidentes son aquellos que eliminan el texto del normal discurrir de los relatos, para que sean las imágenes (¡y qué imagenes!) las que transmitan por ellas solas lo que Peeters imagina. Los menos evidentes se van traduciendo en lo intricado de alguno de los capítulos, que hay que releer varias veces – como si eso importara mucho – para poder extraer todos los sintagmas de significado que el suizo introduce.
He nombrado dos o tres relatos que sirven como ejemplo de la genialidad de lo que queda recogido en este magnífico volumen, pero lo que aquí ha sido citado es sólo una minúscula muestra de lo que llegan a ocultar las muchas viñetas que componen las ciento ochenta y cuatro páginas de un libro imprescindible.
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