‘Frances’, costumbrismo noreuropeo

Aunque comenzar una reseña señalando con el dedo los problemas fundamentales que tiene una lectura sea una forma poco ortodoxa de pretender exponeros las virtudes de la misma, creo que en el caso de este ‘Frances’ que publicaba hace un par de semanas La Cúpula, es estrictamente necesario dejar atrás su principal escollo para, después, intentar acometer un análisis de sus virtudes.

Así pues, apuntemos de forma temprana que, a lo largo de estas casi cuatrocientas páginas en las que la sueca Joanna Hellgren traza la historia de una imaginativa y curiosa niña y, sobre todo, de los muchos y muy disfuncionales adultos que la rodean, el mayor problema que se encuentra el lector es ser capaz de seguir las diversas acciones que se plantean (hasta cinco personajes se convierten en protagonistas absolutos en el transcurso de la narración) cuando la autora omite el diferenciar unas de otras.

Habría sido deseable que, en un momento dado, y considerando que casi todas recurren antes o después al flashback como elemento esclarecedor de la acción, Hellgren hubiera diferenciado de alguna manera (y se me ocurren unas pocas) presente y pasado, dejando a partir de ahí como responsabilidad del lector el ir hilando ambas en un único discurso.

Ahora bien, también hay que admitir que, de llegar a hacerlo, quizás se habría desnaturalizado la notable fluidez con la que avanza ‘Frances’, ya sea por mor de su básica estructura compositiva (un 3×3 que, no obstante, la artista rompe a placer a la mínima de cambio) ya debido a que, en no pocas ocasiones, el salto de una acción presenta a una pasada o viceversa, se plantea como recurso narrativo de gran efectividad.

Sea como sea, y salvando el escollo que comentamos más arriba, no cabe duda de que conseguir que la impresión general de la lectura sea tan agradable dada la extensión y profusión temática de la obra no está al alcance de cualquiera.

A través de su naïf trazo como mejor abanderado de la simplicidad formal de la obra, Hellgren consigue desde un primer momento desmontar las reticencias del lector ante una historia de personas normales con problemas normales, dejando que sea la franca exposición de los mismos y ese McGuffin que es el destino del padre de Frances los que mantengan en vilo un interés que no decae, al menos no de forma abrupta, en ningún momento de la lectura.