Vista con muy corta edad, la fascinación que en mi yo de 9 o 10 años despertó ‘Elegidos para la gloria‘ hizo que, más que querer ser astronauta, un sueño que por aquél entonces ya veía inalcanzable por aquello de haber nacido en el «país equivocado», me apasionara desde muy temprano por todo lo relacionado con el espacio exterior; una pasión que adquiriría tonalidades exacerbadas tres o cuatro años más tarde cuando, a lo largo de un verano, di cuenta (por no decir que devoré), aquél apasionante volumen acerca del universo que es el ‘Cosmos‘ de Carl Sagan: lo que la lectura del libro supuso, sobre todo en términos de la muy pronta asunción de nuestra brevedad existencial y de lo fútil de las actitudes más perniciosas de la condición humana (y todo eso por el capítulo que el científico dedicaba a la muerte del sistema solar), sigue resonando, con más intensidad si cabe, en el adulto y profesor que hoy continua cultivando su amor por la ciencia cada vez que el resto de asuntos de su vida lo permite…y sus alumnos le dejan.
Cuitas personales al margen, que la astronaútica se cuente como una de mis filias temáticas, ponía en el centro de mira de mi yo devorador de tebeos este ‘En órbita con Thomas Pesquet’, un relato sobre el período de formación del astronauta francés que, en manos de Marion Montaigne se convierte en uno de los tebeos más elocuentes, pedagógicos y condenadamente tronchantes que he tenido el gustazo de echarme a la cara en muchísimo tiempo: desopilante de principio a fin, el trabajo del artista para las más de 200 páginas del volumen publicado por Norma es un compendio de cómo casar interés continuado con curiosidad por el hecho científico, placer por el descubrimiento de un mundo tan ajeno y extraterrestre como es el de la vida en la Estación Espacial Internacional y humor, humor inteligente que mientras en lo escrito es capaz de pasar de la explicación física más compleja al chiste de caca más zafio —y gracioso, qué diantres— en lo gráfico consigue derribar cualquier tipo de defensas y prejuicios con unas planchas que rebosan vitalidad, desenfreno y alegría por los cuatro costados.
Echando mano de un dibujo simple, caricaturesco y muy exagerado, y desprendiéndose del lastre de los rectángulos de viñetas para concretar la página a través de la estructura de pulcras entrecalles, Montaigne plaga, si no todas, la práctica totalidad de las planchas de ‘En órbita con Thomas Pesquet’ de tantísimas bromas visuales que sería imposible apuntar a alguna en concreto como la mejor sobre las demás. Baste decir que, como indicaba antes, el absoluto desparpajo con el que el dibujante trata el conjunto consigue arrancar sonoras carcajadas del lector; algunas, incluso, de esas que obligan a sucumbir a la necesidad de pausar la lectura, digerir las incontenibles risotadas y, toda vez asimilado el proceso, continuar leyendo para, un par de páginas después, tener que someterse de nuevo a similar secuencia de acontecimientos. Si de algo habla esto, máxime si lo unimos a la soberbia forma en que trata toda la tecno-jerga o los conceptos físicos complejos y aeronáuticos de difícil aprehensión por el común de los mortales —gracias sean dadas por mi formación técnica, que siempre viene bien en estos casos—, es de la extrema voluntad por parte de Montaigne de construir un vehículo que desmitifique por completo la carrera del astronauta al tiempo que, de forma colateral, no podamos resistir el aflorar de una envidia, sana, pero envidia a fin de cuentas, por ese grupo de elegidos que, poseedores de «the right stuff», han visto cosas que pocos ojos humanos podrán compartir…al menos por el momento.
En órbita con Thomas Pesquet
- Autores: Marion Montaigne
- Editorial: Norma Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 208 páginas
- Precio: 26,60 euros en