‘En el país de las sombras’, un más allá muy peculiar

Quizás pueda pareceros una exageración, pero lo cierto es que, de los setenta volúmenes que la colección Nómadas de Norma lleva publicados hasta el momento, pocos (por no decir ninguno) se escaparían a la recomendación de una lectura por parte del que esto suscribe; y aún menos serían los que se contarían con una calificación por debajo del notable, un hecho este último que habla mejor que cualquier otro del sumo mimo y la precisión con la que la editorial catalana lleva tratando la que, de seguir así, va a terminar por convertirse en uno de sus emblemas más reconocibles por delante de otras como la longeva Pandora.

Con la variedad como regla, no hay en Nómadas un denominador común bajo el cual puedan regirse títulos tan dispares como el ‘Burbujas’ de Daniel Torres, el ‘Persépolis’ de Marjane Satrapi, el ‘Potlatch’ de Prior y Danide o el que hoy nos ocupa, un ‘En el país de las sombras’ que sirve a Mathis y Thierry Martín para cogernos de la mano, llevarnos de vuelta a nuestra infancia y transportarnos a ese momento en el que todo era posible, incluso tener poderes y poder ver cosas que sólo nosotros podíamos ver. En el caso de esta lectura, el protagonista, que cuenta diez años, sí que tiene un poder singular, el de ver a los muertos, una habilidad nada tranquilizadora que hasta ahora le había permitido jugar con su hermano mayor fallecido hace ya tiempo pero que, en el momento en el que los autores comienzan el relato, va a embarcar al infante en una aventura que lo llevará a conocer al diablo y a gentuza de mucha peor calaña.

Plena en giros inesperados, y con un argumento que no le hace ascos a nada, mezclando toda clase de influencias, el mayor atractivo de ‘En el país de las sombras’ reside no obstante en el espléndido trabajo gráfico de Martin, que derrocha tanta o más imaginación que el guionista a la hora de plasmar ese mundo de más allá por el que navega Antoine, dotando al mismo tiempo de inusitada fuerza a unos personajes llenos de carisma que se sienten cercanos, una cualidad esta que, aplicada al joven protagonista, es exponente claro de lo bien que funciona la lectura cuando tres son las décadas que le separan de este lector. Si queréis soñar un rato, no lo dudéis, este es un vehículo idóneo para hacerlo.