Estábamos todavía transitando por los oscuros recovecos que abrió en nuestras vidas el confinamiento cuando, imparables en nuestra actividad —y más teniendo, como de repente tuvimos, todo el tiempo del mundo para dedicarlo a esta vuestra web—, hablamos por última vez de novedades procedentes de Grafito Editorial. Por aquél entonces, hace ya más de año y medio, dos títulos fueron el centro de nuestra atención: ‘Cieloalto‘, aquella magnífica historia de ciencia-ficción firmada por Diego Agrimbau y Pietro que se colaba con mucha facilidad en nuestra selección de lo mejor de 2020 en España y ‘Por un puñado de dracmas‘, ficción histórica de altura que debíamos a Iván García y Ruth Almudena O’Leary. Dos títulos que seguían evidenciando el mismo que l@s chic@s de Grafito ponen en sus productos y que confirmaba que el merecido premio que se había llevado la editorial el año anterior gracias a su MUY EXCELSA ‘Mies‘, no era casualidad.
Pero, entonces, sobrevino el silencio. Uno de esos que no sabíamos cómo interpretar bajo la tremenda óptica a la que daba cobijo la pandemia y que nos hacía temer lo peor en cuanto al devenir de una editorial que, poco a poco, había logrado hacerse un hueco, no ya en nuestras estanterías, sino en nuestros corazones por la simpatía inagotable que derrochan sus dos máximos responsables. Huelga pues decir que mucha es la alegría que nos embarga al poder volver a contar con novedades procedentes de la editorial en Fancueva, máxime cuando, para colmo de bienes, los dos títulos que hoy os traemos se enmarcan en el que, para este redactor, es uno de sus tres géneros favoritos.
Con la ciencia-ficción y el western ocupando las otras dos plazas de ese podio, creo que no es la primera vez que refiero en estas líneas la tremenda dificultad que supone cultivar el terror en la página impresa, máxime si esa página es de viñetas y no sólo un texto que da más alas a la imaginación del lector: en firme contraposición a la sencillez que despliegan la ciencia-ficción y las historias de cowboys a la hora de poder darles forma en narrativa secuencial, meter miedo en el cuerpo mediante un tebeo es harto difícil; tanto, que hoy por hoy sólo se me ocurre un título de los incontables que he leído enmarcado en el género que lo haya conseguido de manera plena —y no hace falta que diga cuál es ¿verdad?.
Así las cosas, y sabiendo que ni ‘El rey de las polillas‘ ni ‘Maestro del terror‘ logran alcanzar la altura del cómic de Jeff Lemire y Andrea Sorrentino, creo que es de recibo valorar, y hacerlo de manera contundente, lo espléndido de los esfuerzos de Ángel Abellán y Josep Busquet por contar historias que, haciéndose fuertes en su intento de transmitir la sensación de horror a su público, se pertrechen de otros recursos para conseguir que tanto una como otra lectura no se constriñan a los patrones del género que más los caracteriza. Así, mientras que Abellán usa el terror como complemento de una historia de amores y pérdidas, Busquet hace lo propio aderezando la suya con algo que es casi denominador común ineludible cuando se habla de escritores en ficción, el bloqueo creativo y lo mucho que un literato puede estar dispuesto a sacrificar en aras del éxito.
Variando la intensidad del horror de uno a otro álbum, lo que resulta indiscutible es, primero, lo bien que funciona éste en sendas propuestas y, segundo, lo aún mejor que funciona aquello que no atañe al género, ya sea en lo que se refiere a las dos historias que entrecruzan sus caminos en ‘El rey de las polillas’ y lo mucho que resuenan con la empatía del lector; ya en la manera en la que se entreteje el trasfondo que cimienta aquello que consigue que el protagonista de ‘Maestro del terror’ alcance la gloria de su profesión. Quizá, sólo quizá, y a título completamente personal, me convenza más, en una apreciación global, lo que propone Abellán sobre lo que postula Busquet —pero ahí entraría también en juego mi sempiterna noñez y lo mucho que me tiran las historias romanticonas—, pero dicha diferencia es exigua y para nada indicativo de la notable calidad que atesoran ambas.
Una calidad que, por supuesto, queda refrendada por el espléndido trabajo gráfico de Carlos Morote y Manuel M. Vidal, dos artistas que —al menos hasta donde servidor sabe— tienen como carta de presentación sus respectivos tebeos y que, creemos, no podían haber arrancado con mejores formas: ambos comparten unas espléndidas habilidades narrativas, una concisa claridad expositiva y un trazo que, tirando hacia lo caricaturesco, es perfecto contrapunto de las tonalidades hacia las que, puntualmente, se dirigen ambas historias. En definitiva: dos tebeos sólidos, dignos representantes de la complejidad del terror en viñetas y que, esperamos, sirvan como trampolín a sus autores para continuar haciéndonos pasar buenos-malos ratos. ¡Ah! Y no nos deis más sustos, Grafito, que no está el horno para según qué bollos.
El rey de las polillas
- Autores: Ángel Abellán y Carlos Morote
- Editorial: Grafito Editorial
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 128 páginas
- Precio: 16 euros
Maestro del terror
- Autores: Josep Busquet y Manuel M.Vidal
- Editorial: Grafito Editorial
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 88 páginas
- Precio: 16 euros