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V. Kingdom Come

‘El puerto prohibido’, corazón, vida y viñetas

Ya sabéis, porque lo hemos dicho cada vez que hemos tenido ocasión de valorar una de sus obras, de nuestra completa debilidad por cualquier cosa que salga del talento de Teresa Radice y Stefano Turconi. No ha habido lectura que nos hayan regalado que no hayamos consumido con la mayor de las alegrías, incluso cuando éstas han sido obras «menores» como ‘Orlando‘ o ‘Tosca de los bosques‘, dos títulos que, junto a ‘Lila Trotamundos‘ o sus incursiones en Disney —este pasado verano pude hacerme, durante una visita a París, con la edición de Glenat de la adaptación de ‘La isla del tesoro‘ que hizo el matrimonio italiano— conforman la vertiente más juvenil, o infantil, en el caso de ‘Orlando’, de una producción que, no obstante, alcanza esas cotas que los han convertido en parte de nuestros autores imprescindibles en las magistrales instancias que han aludido a sus lectores adultos: la primera vez que pudimos catar una de las exquisiteces elaboradas por Radice y Turconi fue con ‘No te canses de caminar‘, relato de migrantes que nos llegó al alma y al que no hemos vuelto a acercarnos porque el inmenso mar de lágrimas que vertimos en aquella primera lectura aún no se ha secado; después, por casualidad, en una breve visita a Málaga y a la enormes instalaciones de Comic Stores, nos encontramos con la primera edición de ‘El puerto prohibido’, cuya lectura, hecha en pleno confinamiento, tocó de nuevo nuestro corazón hasta límites que pocas historias en viñetas han llegado.

Y hete aquí que, bajo la firme creencia de que sería una de esas obras que no volveríamos a revisar hasta dentro de algún que otro lustro, cuando el trabajo ya no formara parte de nuestra rutina diaria y tuviéramos acceso a ese anhelado instante en el que poder releer, que Nuevo Nueve ha venido a hacernos uno de los más hermosos presentes de cuántos ha publicado durante 2022 con una nueva y flamante edición de tan maravilloso tebeo, a mayor tamaño que el original de Dib-Buks, con varias páginas de extras a todo color que nos permiten asomarnos al proceso de creación al que se sometió Stefano Turconi antes de dibujar las casi trescientas páginas que ocupa la historia y con unas cubiertas envejecidas que simulan un volumen sometido al paso de los años y lo acercan a un atlas naútico. Toda una joya con la que engalanar nuestra tebeoteca que lo es, por supuesto, no por su bello envoltorio, sino por lo arrebatador y superlativamente maravilloso que es lo que en ella se nos cuenta.

Si hay algo que ha caracterizado cualquiera de los trabajos de Radice y Turconi hasta la fecha —sí, cualquiera de ellos, incluso me atrevería a meter en ese saco a las aventuras de Mickey en versión Robert L. Stevenson— es que los personajes que se mueven por sus viñetas saben como conquistarnos sin remisión a las pocas páginas de haber comenzado la lectura. Una cualidad que parece magia por cuanto siempre ha estado ahí, incluso en esta, su primera obra de envergadura fuera de la casa del ratón más famoso del mundo: no hay más que comenzar a leer ‘El puerto prohibido’ y empezar a dar cuenta de la magia de su prosa y la riqueza con la que Radice y Turconi cargan las tintas en la componente poética de sus textos de apoyo, para caer rendidos bajo el influjo de Abel, las tres hijas del Capitán Stevenson, Rebecca o, por supuesto, ese grandullón que es el capitán Nelson. Todos ellos conforman un plantel de personajes que, desde su rinconcito, se va haciendo sitio en nuestro corazón, dejando la clara impresión, en no pocos momentos, de estar asomándonos a través de sus expresivos rostros a congéneres de tiempos lejanos que, por arte de algún conjuro imposible, los autores han podido conocer de primera mano.

Esa magia, llevada a sus últimas consecuencias a través de la lectura, provoca que cojamos cariño instantáneo a los intérpretes de una historia que, con un amor considerable por «la mar» y bajo el influjo, entre otros préstamos, del Capitán Aubrey que interpretara Russell Crowe en la magistral ‘Master and Commander‘ —es inevitable no ver la influencia de la maravilla que rodara Peter Weir en las «secuencias» navales como inevitable fue acompañar la lectura del volumen, y la redacción de estas líneas, de la música compuesta por Iva Davis, Christopher Gordon y Richard Tognetti para la producción de 2003—, toma la forma de un relato coral que gira en torno a la figura de Abel, un joven náufrago que, recogido por un barco de la marina británica, llega a Plymouth para intentar encontrar rumbo a una vida previa que no recuerda. Allí se topará con las tres hijas del Capitán Stevenson, desaparecido traidor a la patria; con Rebecca, una voluptuosa pelirroja irlandesa que regenta el Pillar to Post, el burdel que Radice y Turconi utilizarán, años más tarde, en lo que hasta ahora han sido los dos volúmenes de ‘Las chicas del Pillar‘ y, en última instancia, y de manera accidentada, con el Capitán Nelson, enorme bonachón que comanda el H.M.S Chance y que cierra, como decíamos antes, el círculo de personajes fundamentales con los que juegan los autores.

En torno a ese hilo central, no obstante, colocan ambos una serie de piezas clave que complementan una historia impredecible, preñada de una poética evocadora que no cesa en su empeño ni un sólo momento de hacernos, no ya partícipes de la honda carga de sentimientos que arrastran sus páginas, sino de los versos que quedan engarzados aquí y allá, de las canciones marineras que entonan a bordo de los barcos —dibujados con una asombrosa presteza—, y del lenguaje propio de los marineros que, como pasara con la cinta de Weir, termina siéndonos tan cercano como es posible a ojos neófitos como los de cualquiera que nunca se haya echado a la mar en un velero —un velero bergantín, que diría Espronceda. Combinada con esa poética subyace durante toda la narración un determinado sentido de la aventura, aunque en todo momento queda claro que no es ese el foco que interesa a los autores, siendo éste uno mucho más espiritual y menos terrenal, destinado, insistimos, a tocarnos el alma y dejarnos con una infinita y preciosa congoja toda vez hemos finalizado con la lectura.

El sublime oxímoron al que Radice y Turconi acceden, que queda puesto en el precioso marco que son los lápices directos del artista —para minúscula muestra de lo que podéis encontrar en el volumen, la imagen de arriba—, habla con contundencia de lo que el matrimonio maneja en ‘El puerto prohibido’. Es más, sin que tenga nada que ver, la sensación con la que cerramos, enjugando lágrimas, tan sublime libro, nos recuerda a aquella con la que abandonamos la sala de cine hace casi cuatro años —¡¡¡cuatro años ya!!!— cuando asistimos a ese hito que fue ‘Vengadores: Engdame‘: hablábamos entonces de una tristeza bonita y de ese sentimiento que te acompaña cuando sabes que acabas de cerrar un capítulo importante de tu vida. Quizás el calado de un libro que se lleva dos o tres sesiones de lectura no pueda compararse con los once años que invertimos en todo lo que llevó desde ‘Iron Man’ hasta la derrota definitiva de Thanos, pero os puedo asegurar que es tan intenso lo que se nos ofrece aquí y tanta la empatía que genera el conjunto que no se queda muy atrás.

El puerto prohibido

  • Autores: Teresa Radice y Stefano Turconi
  • Editorial: Nuevo Nueve
  • Encuadernación:Cartoné
  • Páginas: 307 páginas
  • Precio: 30 euros
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El Puerto Prohibido (NOVELA GRAFICA)
  • El Puerto Prohibido
  • Tipo de producto: Libro Abis
  • Brand: Nuevo Nueve Editores Udl
  • Teresa Radice y Stefano Turconi (Author)

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