‘El paseo de los sueños’, Zidrou se nos pone onírico

Ya he dicho todo lo que tenía que decir sobre él por activa, por pasiva y en casi todas las formas verbales del castellano. De hecho, esta va a ser la primera reseña de un tebeo de Zidrou en la que lo único que voy a comentar de él es que ya tendríais que saber —y si no lo sabéis he hecho mi trabajo hasta el momento rematadamente mal— que cualquier título que lleve su firma es compra y lectura obligada, o viceversa. ‘El paseo de los sueños’ no es una excepción a dicha categórica regla y lo que aquí encontramos de mano del guionista francés afincado en España —en el que supone su primer álbum publicado en exclusiva por Norma— está tan a la altura de sus anteriores historias como cabría esperar, destilando la misma sensibilidad y cariño por sus personajes y el mismo mimo por lo que se transmite al lector que todo lo que le hemos leído hasta la fecha…y ya he dicho más de lo que pretendía inicialmente.

En lugar de hablar pues de Zidrou, me váis a permitir que el grueso del texto lo vuelque en la maravillosa labor que realiza la artista Mai Egurza. Los que la «conocimos» en su momento por esa entrañable lectura que fue la colaboración de la dibujante con Rodolfo Estebán —hermano de Ricardo, el editor jefe de Dib-buks— en ‘Mi abuela no se acuerda de mi nombre’, llevábamos tres años esperando a poder asistir a un despliegue en toda regla de sus habilidades narrativas por cuanto el citado título era un pequeño relato ilustrado que no daba idea clara de cómo se comportaría su agradable y tierno trazo enfrentado a las necesidades de una historia aviñetada. Una duda que queda resuelta —cabría decir que más que resuelta es obliterada— por las magníficas planchas que Egurza nos ofrece en ‘El paseo de los sueños’.

Todo en la labor que realiza aquí la dibujante habla de un talento asombroso para la disciplina de la que más hablamos en Fancueva: el fantástico tratamiento cromático, la precisa y soberbia caracterización de personajes —destacaría de ellos lo cercanos y familiares que resultan todos sin excepción—, la fluidez sin fisuras de la narrativa, lo compacto de todo el conjunto…TODO en las 68 páginas de este excelso álbum pide a gritos que Egurza encuentre pronto un nuevo vehículo para seguir demostrando su gran valía en el medio. Una valía que se pone al servicio de una historia preciosa, contada desde el corazón —como siempre pasa con Zidrou— y que ahonda en ese mágico mundo de unos sueños que casi podemos tocar gracias a una lectura genial.