Si bien podría extenderme sobremanera acerca de ‘El increíble hombre menguante’ —la adaptación que Jack Arnold hizo en 1953 del relato original de Richard Matheson— y dar cuenta en estas líneas de por qué creo que es una de las mejores películas de ciencia-ficción, no ya de los fértiles años 50, sino de todos los tiempos; estimo que lo más práctico a efectos de esta entrada es enlazaros el artículo que publiqué hace cinco años en Blogdecine —la actual Espinof— e instaros a que, antes de proceder a dar cuenta de lo que aquí tengo que afirmar sobre esa traslación a viñetas del texto de Matheson, os paséis por la citada web y hagáis una lectura —rápida o concienzuda, como vosotros queráis— de lo que servidor opina sobre la cinta en cuestión. ¿Listos? Procedamos pues.
Película fundamental para entender los parámetros en los que se movía el género después de la Segunda Guerra Mundial, ‘El increíble hombre menguante’ dejaba de lado, debido a los convencionalismos de la época, ciertos aspectos del texto de Matheson que hubieran enriquecido sobremanera una experiencia cinematográfica que ya es sobresaliente. El primero es la estructura no linear que caracterizaba a la forma en la que el autor de ‘Soy leyenda’ nos trasladaba la historia de Scott Carey, el hombre que, afectado por una nube de obvio origen radioactivo, comienza a menguar de tamaño a ritmo de algo menos de cuatro centímetros diarios: echando mano de constantes flashbacks, la decisión de Arnold de narrar el filme de manera más tradicional restaba cierta efectividad a el ritmo que ostentaban las líneas originales. De ellas también se eliminaban dos pasajes que no hubieran tenido cabida en la estrechez de miras de la censura de la época pero que, enriquecían —sobre todo el segundo— las múltiples lecturas que Matheson hacía sobre la condición humana.
Recuperadas todas ellas en la adaptación que Ted Adams lleva aquí a cabo de ‘El hombre menguante’, afirmar que la lectura de este volumen es de carácter obligado es tan obvio como recomendar a los amantes del género el complementarla con el imprescindible acercamiento a la novela original, una por la que no sólo no ha pasado el tiempo, sino que encuentra en una mirada actual rabiosa vigencia. Acoplándose pues al máximo a los patrones marcados por Matheson, y añadiendo únicamente ciertos diálogos para evitar echar mano de bocadillos de pensamiento en las secuencias en las que el protagonista trata de sobrevivir en ese entorno tan hostil en el que se ha convertido el sótano de su casa, Adams consigue revitalizar un texto que, aunque no lo necesita, encuentra aquí una nueva vida mucho más consecuente con la actual fiebre por la viñeta y la narrativa secuencial.
Sumando enteros a los denodados esfuerzos del editor jefe de IDW por mantenerse fidedigno a las líneas de Matheson, encontramos el trabajo de un Mark Torres cuyo estilo, que exagera la figura humana y la aparta de la armonía anatómica, viene que ni pintado para respaldar lo extraño del mundo en el que se mueven los personajes en general y el protagonista en particular. De acuerdo, no es un dibujante sobresaliente y algunas de las soluciones narrativas por las que opta podrían haber encontrado en otras manos mejores interpretaciones, pero eso no quita para que el resultado global sea muy notable y que la unión de guión y dibujo nos regale la oportunidad de asomarnos, con renovado interés, a este superlativo relato, cumbre indiscutible de un género.
El hombre menguante
- Autores: Ted Adams y Mark Torres
- Editorial: Planeta Comic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 112 páginas
- Precio: 14,20 euros en