‘El Bruto vol.11: Los de cuerpo deforme y los de mente retorcida’, Powell sigue a lo suyo

La última entrega de El Bruto, la genial creación de Eric Powell, llega a las librerías españolas bajo el rimbombante título de Los de cuerpo deforme y los de mente retorcida, una muestra inequívoca de lo poco en serio que se toma el propio autor las aventuras de este entrañable matón. ¿Es esto una señal de agotamiento del concepto inicial? Por lo que podemos leer en este volumen, no lo parece en absoluto ya que nos vamos a encontrar, eso sí, todos los elementos que ha estado utilizando Powell desde el principio de la serie pero combinados con la habitual maestría y gracejo al que nos tiene acostumbrados proporcionando grandes cantidades de entretenimiento y risas.

Dejando a un lado las historias largas, este nuevo tomo editado por Norma recoge narraciones cortas, pequeños bocados de genialidad que no pasan de las 24 páginas, algunas incluso menos. Algo que podría hacer resentir la calidad de la serie se transforma en todo un acierto, una forma de ir introduciendo nuevos conceptos y personajes para hacer mucho más rico todo el trasfondo de la colección. Un grupo de «vampijos», la llegada de una niña que parece ocultar algo al hogar para niños huérfanos, una feria repleta de horrorosas criaturas, la reina del cabaret, Roxi Dlite o las vacaciones de nuestros personajes favoritos son solo un ejemplo de lo que nos depara la lectura de estas nuevas aventuras.

Sin embargo, hay una que parece sobresalir del resto, esa en la que el autor nos cuenta el horrible episodio que tuvo lugar en la fábrica de fajas Pentagrama, dirigida por empresarios sin escrúpulos que parecen tener comprados a todo el mundo. Un relato en el que se mezcla magistralmente la crítica social, elementos sobrenaturales marca de la casa y un gorila demoniaco, que siempre viene bien para mejorar cualquier comic. Powell no solo demuestra lo buen guionista que es sino que es capaz de dejar con la boca abierta a cualquier aficionado gracias a sus ilustraciones, cada página se convierte en una pequeña obra de arte con la que deleitarse un buen rato. Un claro ejemplo de la buena salud que tiene la serie que, sin inventar nada nuevo, parece saber cómo ganarse la simpatía de todo aquel que se acerque al Callejón Solitario. [A-]