‘El ABC de la tipografía’, la humanidad en negrita y cursiva

No tenía más de diez años cuando un día, revolviendo en la considerable biblioteca técnica que amasaba mi padre —diseñador de interiores para más señas— me encontré con un libro de Letraset en el que la empresa británica recogía, hoja tras hoja, todos los tipos de fuentes que se podían comprar en el vasto catálogo de transferibles que tanto juego dieron a los diseñadores gráficos de hace varias décadas. De hecho, al descubrimiento de un libro que, por mero juego en principio, mucho tendría que ver en el salto evolutivo que se produjo en mi caligrafía tras asistir asombrado al despliegue de tipos de letra que en él se recogía, siguió el encontrar láminas y más láminas de las mismas que mi padre tenía abandonadas y a las que servidor dio una abundante segunda vida.

Huelga decir que, bajo esa tesitura, parecería que un cómic como ‘El ABC de la tipografía’ se ha parido pensando en gente como yo, amantes de la buena caligrafía y de la historia de cómo la humanidad ha evolucionado en el uso de la misma desde los primeros pasos cuneiformes hasta el infinito número de tipos que uno puede encontrarse, ya en alguna que otra página web de obligada visita, ya si maneja algún programa de diseño gráfico tipo Adobe Indesign o el maravilloso Affinity Publisher: apadrinado por una decena de artistas, que determinan con muy diferentes estilos gráficos los distintos momentos históricos que aquí se van recogiendo, el volumen se lee en un suspiro, ya sea por la cantidad de datos que, aún considerando la filia que me une con el tema, este esconde; ya porque el ritmo que tal variedad impone genera un interés creciente por saber más sobre Guttenberg, sobre el lejano origen de la Trajan o cómo surgió la Times New Roman, sobre lo ¿justamente? vilipendiado de la Comic Sans o sobre los muchos datos que se recopilan acerca de otras sospechosas habituales del mundillo.

La variedad gráfica del álbum, que juega desde la viñeta —o la ausencia de ellas, que ya digo que hay soluciones mil— a plantear diversos diálogos con el lector e, incluso, a servir de marco de referencia temporal con el que asociar según que momentos históricos —genial, por ejemplo, que el tipo de dibujo elegido para narrar ese oscuro período de la historia de la humanidad que fue la Alta Edad Media, sea uno que recuerda, y cómo, al de Astérix—, es perfecto y preciso escaparate de toda la información que albergan estas geniales páginas y no se me ocurre mejor regalo para estas Navidades que se aproximan que arrimarle a algún familiar un libro tan dispuesto a revelarnos detalles sobre algo tan común y recurrente en nuestra vida diaria como la LETRA.