Parafraseando a Connor McLeod en ‘Los inmortales‘: 1992 fue un gran año. Las Olimpiadas de Barcelona. La exposición universal de Sevilla. Conocí a mi primera novia. ‘Dragonball‘ desembarcó en España y, con él, se desató la fiebre del manga en nuestro país. Y, en los cines, pudimos ver cintas como ‘Algunos hombres buenos‘, ‘Aladdin‘, ‘Instinto básico‘, ‘El último mohicano‘, ‘Reservoir Dogs‘, ‘Sin perdón’ o, por supuesto, ‘Drácula de Bram Stoker‘. La voluptuosa, fastuosa y expresiva traslación que Francis Ford Coppola hizo del texto del literato inglés es, a día de hoy, al margen de la más fidedigna a la estructura epistolar del mismo, la que, en mi humilde opinión, mejor ha sabido entender el romanticismo inherente al personaje del Conde y al tono decadente que lo rodea.
Marcado a fuego por la asombrosa experiencia que fue ver en pantalla grande la cinta de Coppola, nunca, en los años que han transcurrido desde entonces —y ya ha llovido—, y habiéndome acercado a todo filme de vampiros que se haya cruzado en mi camino, me he encontrado con algo que ni siquiera empezara a parecerse a lo que el director de ‘El padrino‘ logró poner en pie. Nunca, hasta ahora, porque, queridos lectores, lo que ha conseguido Georges Bess con ‘Drácula’ es de una contundencia, una majestuosidad y una calidad tal, que pasear por sus páginas, deleitarse con su arte y dejarse llevar por lo evocador del conjunto, destila en el lector sensaciones parecidas a las que provocara la cinta protagonizada por Gary Oldman y Winona Ryder.
De hecho, aunque quizás os parezca una chorrada, no hay mejor acompañamiento que adjuntar al batir de páginas de la enorme edición que nos ha traído Norma —casi calcada de la original francesa de Glénat, la única diferencia es su tamaño, algo menor— que la voluptuosa, fastuosa y expresiva música que Wojciech Kilar compuso para la cinta de Coppola. Una música variada, que daba con un tema central de esos que quedan grabados a fuego en el imaginario colectivo y reforzaba de manera espectacular todas las tonalidades que abarcaban las imágenes plasmadas por el cineastas, ya fueran las más poéticas o las más tenebrosas. Y eso es algo que, trasladado al discurso que Georges Bess pone en pie en su mirada sobre el texto de Stoker, queda igualmente reforzado por la música del compositor polaco: de un gusto exquisito y una delicadeza suma, los lápices del artista francés juegan, desde su estaticidad, a saber plantear el mismo vaivén que la cámara de Coppola, generando similares sensaciones de desasosiego que las que el cineasta arrancaba a muchas de las escenas del filme.
Para suplir la ausencia de movimiento y de color —porque, como podéis ver en la imagen superior, Bess decide que todo sea en blanco y negro—, el co-artífice de ‘El lama blanco‘ echa el resto en componer unas páginas a las que el apelativo de extremadamente bellas se le queda muy corto. De hecho, no será de extrañar que, como le ha pasado a este redactor, hagáis de la lectura de ‘Drácula’ un hecho más prolongado de lo normal en el tiempo debido a la obligada inversión del mismo que demandan las ilustraciones toda vez se ha dado cuenta de los textos de apoyo y uno puede permitirse intentar aprehenderse de la infinita miríada de detalles que pueblan la inmensa mayoría de estas soberbias 200 páginas.
Respetando la esencia del relato epistolar de Stoker hasta donde lo permite el cambio de formato —ya sabéis eso de que medios diferentes requieren de soluciones narrativas diferentes—, las decisiones que toma Bess para modificar el texto original no hacen sino redundar en hacer de esta lectura un hecho igualmente apasionante que aquél que transfiere a viñetas; y si bien hubiera sido de agradecer tener más claro, aquí y allá, quien es el personaje que habla en los numerosos textos de apoyo —herencia directa del tratamiento de misivas de la novela, aquí no ha habido voluntad por esclarecer, cuando así lo requiere la narración, quién es el emisor del mensaje—, es un mal menor dentro de un conjunto que brilla con tan sobrecogedora intensidad que no podemos tener reparos en admitir su clara personalidad de Obra Maestra.
Bess se ha dejado la piel en que su ‘Drácula’ sea la adaptación definitiva del libro de Stoker. Y a fe mía que, al menos en lo que se refiere al noveno arte, lo ha conseguido de manera incuestionable, estableciendo un listón inalcanzable para cualquier otro artista que intente siquiera emular lo que aquí podemos encontrar. El vampiro por excelencia en manos del dibujante se convierte, no sólo en el techo de mayor altura a la que ha rayado una tebeografía impoluta, sino en la ADAPTACIÓN definitiva de cuantas se han acometido a la fascinante obra original durante el último siglo. Y eso, en nuestro diccionario, tiene una clara traducción: ¿estamos ante la MEJOR lectura europea de este 2021? La respuesta, en algo menos de medio año.
Drácula
- Autores: Georges Bess
- Editorial: Norma Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 208 páginas
- Precio: 35 euros