‘Diente de oso 2. Hanna’, brillante punto medio

Abierto el apetito —y de qué manera— por una primera entrega sobre la que decíamos allá por enero que era, junto a otros recientes títulos del autor de similar temática, muestra más que evidente del amor de Yann por el mundo de la aviación; el segundo álbum de los tres que tendrá ‘Diente de oso’, no hace más que confirmar que estamos ante un proyecto muy querido que el veterano guionista francés está mimando de forma especial. Dicha cualidad se desprende de un guión basado, en primera instancia, en la brillante descripción y desarrollo que hace el escritor de la terna de protagonistas, esos niños atrapados en medio del surgimiento del nazismo que verán sus destinos marcados con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial de formas muy diversas. Y si en el primer álbum Yann centraba su atención es Max, el chico de ascendencia impura —no aria— que terminará sirviendo de espía a los intereses del ejército estadounidense; en este segundo el foco de la acción es Hanna, vértice feménino del singular triángulo trazado en las 48 primeras páginas, y una piloto entregada a la causa alemana.

Con el fuerte núcleo que componen la terna de personajes y con dicha fortaleza traspasada de forma inequívoca a la totalidad de los secundarios, el avance de la trama —de la que, por motivos más que obvios, no puedo desvelar absolutamente nada— sigue a paso decidido hacia el desenlace que nos traerá el tercer volumen. Lo que sí puedo avanzar sobre lo que aquí acaece, es que el talante del thriller bélico construido por Yann es tan soberbio como lo era en la anterior entrega y como, por supuesto, lo siguen siendo las planchas dibujadas con alucinante presteza y lujo de detalles por Alain Henriet. El elegante trazo del artista sigue dando aquí muestras de genio y de una capacidad narrativa espectacular, ya fijemos nuestra atención en las «secuencias» centradas en el desarrollo de personajes, ya lo hagamos en las sucintas batallas aéreas que salpican la acción aquí y allá y que completan una lectura de lo más estimulante que, gracias a su sorprendente final —que ni en broma os voy a revelar— deja el terreno preparado para una conclusión que se antoja, cuanto menos, apasionante.