Aprovechando la ocasión que Dibbuks nos pone en bandeja de plata con la nueva y flamante edición del ‘Diario de un ingenuo’ de Émile Bravo, recupero tal cuál el largo artículo que, sobre la misma, escribí hace ya una década cuando esta magna visión de Spirou vio por primera vez la luz en nuestro país. Tened en cuenta que, al no cambiar ni una coma, el tiempo presente del artículo se refiere al presente de 2009.
La afirmaciones de los comentarios que circulan por la red son de un categórico aplastante. Desde los «si sólo puedes comprarte un cómic este mes, ese debe ser ‘Diario de un Ingenuo'», hasta aquellos que afirman sin pestañear que este «es uno de los álbumes más importantes del 2009», hay todo un rosario de opiniones que se apresuran en coincidir al alabar las muchísimas virtudes de la nueva obra de Émile Bravo. Y sí, por si quedaba alguna duda al respecto, yo me sumo a todas ellas con la misma fuerza adelantando, que en cuanto a cómic europeo, esta suerte de origen de Spirou ideado por el francés juega en la misma liga que todos aquellos títulos que este año nos han hecho vibrar hasta cotas sobresalientes —y no son muchos, no crean.
Pero claro está, al utilizar a Spirou, uno de mis personajes de tebeo francobelga más queridos sólo por detrás de Astérix, podría dar lugar a pensar que Émile Bravo parte con ventaja —con mucha ventaja de hecho— para granjearse unas muy buenas miras iniciales. De hecho, el ser autor de uno de los títulos que más me conmovieron el pasado año —la maravillosa ‘Mi Mamá está en América‘—, también podría interpretarse como una clara ventaja a la hora de ganarse mis simpatías. Y en términos generales no os equivocaríais si así estuvierais pensando ahora mismo, pero al respecto de ‘Diario de un Ingenuo‘, el error no es completo, pero casi, ya que cualquier ventaja o simpatía previa, cualquier expectativa creada ante la lectura, cualquier empujoncito que uno le quisiera dar a esta magna obra sería de todo punto innecesario ya que, como resulta obvio después de su lectura, no le hacen falta para nada.
La historia de ‘Diario de un Ingenuo‘, o al menos su base argumental, es de sobra conocida por cualquiera que siga de cerca el cómic de origen francófono. Pero por si acaso hay algún insensato que no lo conozca, no resulta fútil mover algo de curiosidad en aquellos que no tengan claro si «el mejor cómic europeo del año» vale o no la pena. Arrancando un año después de su fecha de creación original —el personaje inició su andadura en la revista ‘Journal de Spirou‘ en 1938 por mano de Rob-Vel— Bravo nos introduce al eterno botones en los días previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Tal evento, y la magnitud histórica que atesora, es usado por el autor para situar al simpático personaje como ignorante centro de muchos acontecimientos que van teniendo lugar en el Moustique, el hotel en el que Rob-Vel ideó inicialmente las aventuras del personaje. Sin ánimo de reventar ni un ápice de la trama más allá de lo que figura en la contraportada del tomo, me limito a reproducir tal cual algunas de las frases incluidas por Planeta en ésta: ¿Cómo puede un adolescente que aguanta las puertas de un hotel convertirse en el joven aventurero que conocemos?. ¿Por qué escogerá conservar su traje? ¿De dónde procede su indefectible amistad con Fantasio? ¿Y Spip?.
Dando respuesta precisa a todas esas y muchas más cuestiones que todos aquellos que hemos leído al personaje nos hemos hecho alguna vez, Bravo plantea con ‘Diario de un Ingenuo’ un sentido homenaje a Spirou desde muchos niveles de significado. El más evidente, el visual, nos devuelve a la estructura del cómic clásico franco-belga, con sus quince viñetas por página y muchos bocadillos de diálogo que enriquecen la lectura sobremanera. Pero la estructura de viñetas no es el único elemento visual con el que el autor homenajea a toda una forma de hacer BD, y ahí están para demostrarlo las constantes referencias visuales a uno de los maestros de la línea clara, el gran Hergé y, no podía ser de otra manera, a aquél que más influyó en que Spirou tenga hoy la categoría que tiene, el no menos grande Franquin. Y todo ello lo hace sin olvidarse ni un momento en que su trazo siga manteniendo la brillante personalidad que le veíamos en la citada ‘Mi Mamá está en América’, siendo cada página del tomo, ante todo, una pequeña obra de arte.
Y si sorprendente resulta la forma en la que el cómic se nos presenta, mucho más lo es como Bravo estructura la historia, como hace que ésta se vaya desvelando y las conclusiones que termina arrojando. Como ya hemos comentado, el tomar como inicio de la misma el año 1939, es toda una declaración de principios: no sólo es el ‘Diario de un Ingenuo’ un relato en el que se narre el paso de la adolescencia a la madurez de un personaje como Spirou —a través de varias experiencias vitales que todos hemos sufrido alguna vez como el primer trabajo o el primer amor—, sino que al situar a nuestro héroe en tan delicada fecha, el autor nos habla y mucho del equivalente que supuso en la historia de la humanidad la contienda bélica en términos de culminación de un periodo y paso a uno muy diferente. Pero no se queda ahí el artista, consiguiendo con la obra trazar de manera sublime un pasado de gran coherencia con todo el bagaje que el protagonista ha llegado a arrastrar en sus setenta años de historia. Y en este sentido caben destacar tanto la forma de introducir a Fantasio —como un personaje alocado muy alejado de la seriedad con la que después le hemos conocido—, como la explicación que Bravo da de por qué Spip es capaz de pensar.
Es precisamente ahí, en la soterrada crueldad que desprende una ardilla que siempre se ha caracterizado por su mordacidad y soberbia, donde Bravo, con un epílogo que sólo puede ser calificado de magistral, acerca posturas hacia ese humor tan negro que Franquin nos legó a los amantes del noveno arte, resultando inevitable leer esas últimas viñetas y no imaginar al autor de Tomás el Gafe sintiéndose más que honrado allá donde esté al comprobar cómo, los que han venido después de él, siguen perpetuando su tremendo y cáustico ingenio.
Diario de un ingenuo
- Autores: Émile Bravo
- Editorial: Dibbuks
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 112 páginas
- Precio: 17,10 euros en