No creo pecar de exagerado si comienzo esta reseña afirmando que pocas experiencias tebeísticas hay tan estimulantes y satisfactorias a priori como acercarse a una de las obras —a cualquiera de ellas— que conforman la larga trayectoria de Carlos Giménez. Con la plena garantía de que, sea cuál sea el título al que nos aproximamos, lo que vamos a encontrar es genio destilado en viñetas, la producción del autor madrileño es una de las más sólidas e increiblemente fantásticas de cuántas ha conocido el tebeo español, y el anuncio de una nueva incursión en el mundo de la narrativa secuencial es, al menos por parte de este redactor, motivo de celebración máxima. Y si ya es seguro que muchos nos estamos frotando las manos ante la anticipación y la suma expectación que levantaba hace cosa de un par de meses el anuncio del regreso de Giménez al microcosmos de ‘Paracuellos’ con un nuevo álbum que verá la luz bajo el sello Reservoir Books de Random House, son esta misma casa e idéntico blasón los que nos brindaban la oportunidad varias semanas ha de asomarnos a este ejercicio de introspección y metalingüística que es ‘Crisálida’, acaso el título con el que Giménez más ha experimentado hasta ahora con los límites del noveno arte.
Ya la cubierta del álbum —editado de forma exquisita como es de costumbre por Random House— nos acerca sin saberlo a una primera idea sobre lo que nos encontraremos en las 80 páginas interiores: bajo el título, dos personajes; a la izquierda nuestro tío Pablo —porque sí, porque después de tanto tiempo leyendo al artista, el familiar rostro es tan nuestro como de Giménez— a la derecha alguien que se le parece bastante y que, de la misma manera que Pablo es un alter ego bidimensional del madrileño, se nos presentará en el lúcido prólogo como Raúl, amigo del alma de Pablo y complemento de él en el dibujo que Giménez siempre ha hecho de sí mismo a través de ese entrañable caradura amante de los cubatas —pero cubatas de ginebra, eh, cuidado— que es Pablo.
Echando mano de ambos de forma indistinta, Giménez se sirve de las páginas de ‘Crisálida’ para arrojar con una elocuencia algo apesadumbrada hondas reflexiones hacia el proceso creativo y, sobre todo, hacia esa madurez a las puertas de la senectud a la que desde su septuagésimo quinto año, está más que en condiciones de asomarse. El resultado, como no podía ser de otra manera en sus manos, es una mezcla de humor, cinismo, sorna y extrema lucidez que sirve al lector joven para, en cierto modo, hacerse una idea parcial de los demonios que se esconden en ese temido término que es «vejez». Una vejez que Giménez afronta, tal y como se puede observar a simple vista acercándonos a unas planchas que no han perdido ni un ápice del brío que el artista ha demostrado saber controlar en el pasado, con energías renovadas y con el conocimiento de que, mucho o poco, el tiempo que le quede en esta tierra lo va a dedicar a lo que mejor sabe hacer, contar historias. Que debemos felicitarnos por contar con nombres tan comprometidos con su profesión como el de Carlos Giménez es una suerte que los lectores de tebeos deberíamos apreciar en toda su enorme amplitud, ya que sin él —y, de nuevo, creo que no exagero— el noveno arte español estaría falto de una de sus arterias más vitales.
Crisálida
- Autores: Carlos Giménez
- Editorial: Random House Mondadori
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 80 páginas
- Precio: 17 euros en