Elemento central dentro de esa estancia de tanta relevancia en el hogar que es el salón, la televisión vino a sustituir a la radio —que a su vez había desbancado al hogar— como sitio alrededor del cual se sentaba la familia por la noche para echar el rato después de la cena o el almuerzo. En los más de ochenta años que han transcurrido desde que la caja tonta irrumpiera en nuestras vidas, este aparato que de pequeña pantalla cada vez tiene menos, ha cobrado una importancia suma en nuestras existencias, logrando sobrevivir a la irrupción de internet como medio de comunicación de masas mayoritario y reinventándose para ofrecer espacios con los que seguir atrapando a telespectadores de todos los rangos de edad posible.
Pero la televisión de la que hablan Ventura y Nieto a través de las páginas de ‘Catódicos e integrados’ no es la de la masiva oferta actual con incontables canales para (no) saciar el apetito de nuestras sobremesas y noches. No, la televisión que quedó plasmada con el irrepetible humor de estos dos magos de la narrativa secuencial era la de las dos cadenas de la televisión pública española, la primera y la segunda, aquellas dos sintonizaciones a las que no se accedía a través de un mando a distancia sino girando un dial en las voluminosas cajas de rayos catódicos que ocupaban un rincón de excepción en los salones o salas de estar de nuestras casas y que servían para asomarnos a un mundo que ya comenzaba a ser muy grande. Un mundo que era como un pequeño cajón de sastre en el que hubo cabida para productos de toda índole y que, bien guardado en un resquicio de nuestra memoria, es rescatado conforme se van pasando unas páginas que son testimonio elocuente y lúcido de una época, la de los primeros años de la transición y los posteriores de la democracia plena, en los que el televisor era menos tonto que lo que le correspondía por su cariñoso apelativo.
A través de las dobles historias con las que Enrique Ventura a los lápices y Miguel Ángel Nieto a los guiones nos acercaban en la otrora grande ‘El jueves’ a una forma muy diferente de mirar la oferta televisiva, podemos ser hoy testigos de los fenómenos de hace tres y cuatro décadas, de las estrellas que poblaban el pequeño firmamento de la televisión, de aquellos programas que nos “flipaban” cuando niños y de esos otros a los que por nuestra edad no teníamos acceso y asomarnos a otros modos de entender el entretenimiento hogareño que, similares en muchos puntos a lo que se nos sigue sugiriendo desde las diferentes cadenas, no podría ser en otros más opuesto a aquello con lo que la generación a la que pertenezco se formó en su años más críticos.
Por ello, por ser una ventana de excepción excepcionalmente bien editada por parte de Panini, hablar de ‘Catódicos e integrados’ es hacerlo de un documento “importante” que desde la actualidad del pasado nos habla a los lectores del presente de una época irrepetible en la que el mundo se veía en formato 3×4 y a 625 líneas, muchas menos —y peor trazadas— de las que durante veinte años cultivaron una pareja de autores sin cuya aportación semanal la televisión hubiera sido bastante menos divertida.
Los druidas. El misterio de los Ogams
- Autores: Jean-Luc Istin, Thierry Jigourel & Jacques Lamontagne
- Editorial: Yermo
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 14 páginas
- Precio: 32,30 euros en