Resulta cuanto menos objetable que, habida cuenta de que se trata de una debilidad personal, esta sea la primera vez que hablamos en Fancueva de la británica Posy Simmonds. Vale que su catálogo en español no sea muy amplio y que, desde que sins entido publicara ‘Gemma Bovery‘ hayan transcurrido la friolera de 10 años —vamos, que esta página ni existía cuando la desaparecida editorial lanzó la traducción al español de la primera obra de relevancia de la británica—, pero eso no quita para que en algún momento de los siete años que esta página lleva dando guerra en la web, servidor hubiera tenido algún hueco para dedicarle a tan preciada autora. Porque, dejémoslo ya claro, me declaro fan incondicional de Simmonds y lo llevo siendo desde que, en una visita a Londres en 2008, la edición de Jonathan Cape de ‘Tamara Drew’ llamara mi atención desde una de las estanterías del Forbidden Planet de la capital británica, lo suficiente como para llevármela y dar completa cuenta de ella en el vuelo de vuelta a España dos o tres días después.
Prestidigitadora a la hora de mezclar cómic y narración escrita en un estilo que sólo ella ha sabido llevar a las cotas que pueden observarse en cualquiera de los libros de su trilogía sobre muy peculiares féminas, Simmonds ha conseguido en todos ellos una fusión tan magnífica de letra y viñeta, renglón y bocadillo, descripción e imagen, que resulta complicado, máxime a la luz de la absoluta brillantez que despliega en ‘Cassandra Darke‘, determinar cuál de la terna refulge con más intensidad cegando a la intensidad de las otras. Lamentablemente, por mucho que en su momento diera cuenta al menos un par de veces de cada una de ellas, diez años son muchos meses y muchas lecturas como para guardar un recuerdo preciso, no ya de las fortalezas y endebleces de una u otra, sino de cuál de ellas estaría a la suficiente altura como para poder colocarse en lo alto del particular podio erigido por la artista.
Y como no puedo hacerlo, voy a optar por la vía fácil y me voy a conformar afirmando que la terna que vertebran ‘Gemma Bovery’, ‘Tamara Drewe’ y ‘Cassandra Darke’ es de esas que engalanan el medio y engradecen el noveno arte hasta tal punto que pasan, de ser meros objetos de entretenimiento pasajero —aunque poco de eso haya en cualquiera de los tres…de pasajero, no de entretenimiento— a auténticos pilares en la definición del arte secuencial del s.XXI.
Como quiera que de dos de ellos guardo un sobresaliente recuerdo pero sólo eso, un recuerdo —diez años y miles de lecturas superpuestas se ocupan de que mis neuronas no lleguen a más— no puedo plantear más comparaciones entre ‘Cassandra Darke’ y sus antecesoras que las que saltan a la vista cuando uno va dando cuenta de la última obra de Simmonds: su protagonismo eminentemente femenino; el que los hombres sean relegados a papeles secundarios y dibujados siempre como animales de bajos instintos o meras comparsas de las féminas por las que beben los vientos; el gusto por el misterio; la forma en la que toda la urdimbre va avanzando casi sin que nos demos cuenta merced a una vivaz y elocuente prosa que vierte toda su mordacidad, si hablamos de éste volumen, en hacer agradablemente desagradable a su protagonista; lo engañosamente costumbrista de la percepción global que uno suele llevarse cuando termina una lectura de la británica —porque, huelga decir, nada hay de costumbrista, al menos en su acepción más vulgar, en la forma de contar historias de Simmonds—…todos ellos, y algunos más que preferiría dejar a vuestro descubrimiento, rodean a la oronda y malhumorada Cassandra Darke, una señora que se ve envuelta en un peliagudo asuntillo que, por temor a desvelar el más mínimo detalle, me guardaré para permitir que lo descubráis sólos en toda su dimensión.
De lo que sí puedo hablar a placer es de la forma en que Simmonds moldea a sus personajes y compone sus páginas, dos cualidades que se pueden encontrar a lo largo y ancho de la particular trilogía que definen su terna de féminas. Si hablamos de éstas, nos encontramos con personajes fuertes, determinados en los dos primeros casos —los de Bovery y Drewe— y con una tridimensionalidad que, proporcional a su volumen si en Darke hemos de recaer, viene definida por un fascinante discurso interno que queda reflejado en unos textos asombrosos y de una riqueza suma. Y eso en lo que respecta a sus protagonistas, porque si hay algo que Simmonds nunca descuida son sus secundarios, piezas de un complejo ajedrez que va moviendo en torno a sus heroínas y que complementan a la perfección el trabajo que hace con ellas, dotándolas de un contexto y de una motivación puntual de la que carecerían sin ellos.
En lo que a la composición y a la narrativa concierne, las planchas de Simmonds nunca, NUNCA, se acomodan a una estructura fija; no hay en ellas el típico entramado de viñetas y entrecalles y sí una fortísima voluntad de resultar tan variadas y únicas que os reto a pasear la vista por cualquiera de los tres álbumes y encontrar en ellos una página que se parezca a otra: montadas de tal manera que ilustraciones y párrafos conformen un ecosistema único y dinámico que transmite la clara sensación de estar ante un hecho intraducible a otro medio —como demostró la simpática pero inane adaptación que hizo Stephen Frears de ‘Tamara Drewe‘—, las páginas de Simmonds son todo un dechado de recursos que, al moverse entre dos mundos, el literario y el «aviñetado», sacan a relucir lo mejor de las dos formas de contar historias, con líneas impecables, perfectamente pulidas de y de gran riqueza léxica —diría que es indispensable leer a la autora en su inglés original— que, intraducibles a dibujo por su profuso contenido, encuentran su media naranja en ilustraciones que contextualizan, complementan y conforman un todo asombroso, que incita desde sus primeros compases a futuras revisiones que saquen más jugo a unas historias que tienen miga para dar y regalar.
Cassandra Darke
- Autores: Posy Simmonds
- Editorial: Salamandra Graphic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 96 páginas
- Precio: 19,95 euros en