‘Cagando leches’, elocuentemente literal, literalmente elocuente

Si eres amante del buen humor, del que hila fino y se aleja cuánto más mejor de la sal gorda. Ese que trata a su interlocutor como un ente con inteligencia y que plantea un diálogo con él a distintos niveles. Entonces ‘Cagando leches’ debería formar parte de tu biblioteca a la mayor brevedad posible. Así de claro. Lo que las páginas escritas alimón por Héloïse Guerrier y David Sánchez e ilustradas por éste último ofrecen, es una continuación espectacular de ese glosario maravilloso del saber popular que fue ‘Con dos huevos’, un libro en el que los autores daban cuenta de 45 expresiones del castellano de esas que, parecía, sólo podrían llegar a entender los habitantes de nuestro país por lo intrincado de sus dobles sentidos y el hecho de que muchas de ellas formen parte inherente de nuestra idiosincrasia como pueblo.

A poner en tela de juicio tal disquisición venían unas explicaciones que, traducidas al inglés y al francés, y unidas a éstas que hoy ocupan nuestro tiempo, exponen de manera muy elocuente cómo hacerle entender a un angloparlante lo que significan frases hechas como «mojar el churro», «a buenas horas mangas verdes», «quedarse a dos velas» o, qué sé yo, «éramos pocos y parió la abuela». Asistir a la brillantez de formas con la que se nos acerca al contenido de cada expresión y a, en muchos casos, cuáles fueron sus orígenes, hablaría ya de sobra del por qué de la adquisición obligada de un tomo que, por cierto —y siempre que se domine el idioma, claro— vale la pena leer en inglés aunque tan sólo sea porque las risas adquieren un talante aún más amplio.

Pero ‘Cagando leches’ no se queda en la «simpleza» de servir de glosario de unas frases que todos hemos enunciado alguna vez, y su genialidad se complementa y eleva a la enésima potencia por la asombrosa labor de un David Sánchez que —y me váis a permitir el apunte friki— se pone el manto de literalidad del Drax de ‘Guardianes de la galaxia’ para intentar plasmar en una única ilustración lo que las palabras explican. El resultado es, como poco, de una GENIALIDAD supina que suma al pequeño volumen los enteros que le hacían falta para convertirse en un libro imprescindible. Y eso «no es moco de pavo».