Artífice de dos de las mejores series que Vertigo ha publicado en la última década —por no hablar de la fascinante ‘Underwater Welder’—, Jeff Lemire parece haber querido dejar de lado momentáneamente su doble faceta de dibujante y guionista, esa que le ha llevado a publicar bajo el sello adulto de DC las espectaculares ‘Sweet Tooth’ y ‘Trillium’ para centrarse en aportar su granito de arena al actual e irregular devenir de un Universo Marvel que, no nos cansamos de decirlo, nunca ha estado tan maltrecho, disgregado y plagado de colecciones mediocres que llevan a ninguna parte.
Pero no centremos nuestra mirada crítica en la parte más negativa de la otrora genial Casa de las Ideas y alabemos el buen tino que ha tenido la editorial al contar con Lemire en tres de sus cabeceras actuales que, al menos para un lector veterano como el que os escribe, consiguen lo que un alto porcentaje de la masiva propuesta mensual de la compañía ni se acerca a lograr: ENTRETENER. Dejando de lado el poder opinar con fundamento acerca de ‘La Extraordinaria Patrulla-X’ —salvo puntuales excepciones el mundo mutante tiempo ha me expulsó a patadas de sus páginas—, tanto el correcto trabajo que está llevando a cabo en ‘El viejo Logan’ como lo que pudimos encontrar en ‘Ojo de Halcón’ o, por supuesto, la extraña, impredecible e inevitable fascinación que despiertan las actuales páginas de ‘Caballero Luna’ son muestra más que suficiente de que Lemire —que la semana pasada desembarcaba en Image junto a Scott Snyder con una miniserie de tres prestigios que está llamada a ser objeto de adoración personal— es, hoy por hoy, pieza fundamental de lo que quiera que sea que Marvel está construyendo.
Es por ello que hemos creído oportuno dedicarle a la vertiente de escritor del artista estadounidense esta entrada especial para cubrir los dos volúmenes que Panini publicaba hace escasos días y que recogen, de una parte, el comienzo de las nuevas andanzas del superhéroe con la psique más torturada de la cosmología marvelita y, por la otra, el cierre de la breve estancia con la que Lemire daba finiquito, en cierto modo, a lo que Matt Fraction había desarrollado con MAESTRÍA incuestionable durante los veinticinco números en los que se prolongó su incursión en la vida de Clint Barton. ¿Preparados? Allá vamos.
El reinicio de las aventuras de Marc Spector en 2011 no pudo tener mejores padrinos: Warren Ellis y Declan Shalvey se hacían cargo de un personaje por el que nadie daba ni un céntimo y lo elevaban, después de tan sólo seis números al frente, a una altura a la que pocas colecciones Marvel se encontraban. Tras ellos, el segundo tándem creativo, formado por Brian Wood y Greg Smallwood, demostraban que la lamentada marcha de Ellis no iba a suponer ni una pérdida de la tremenda solidez que el autor de ‘Planetary’ había sabido insuflar a tan maltratado superhéroe. Antes bien, el ejemplar trabajo del responsable de ‘DMZ’ o ‘Northlanders’ no sólo tomaba el testigo de su antecesor, sino que aumentaba aún más las sobresalientes apreciaciones que sobre la cabecera se podían hacer y nos dejaba otro arco argumental ante el que quitarse el sombrero. Pero la finalización de su incursión estaba destinada a acabar con la meteórica progresión de ‘Caballero Luna’, ya que los seis irregulares números que vendrían a continuación de mano de Cullen Bunn, Ron Akins y Germán Peralta distaban mucho de estar a la altura de las circunstancias planteadas por los que vinieron antes que ellos.
Bajo esta tesitura, el anuncio de un nuevo volumen de la serie —¡el octavo!— amparado por Jeff Lemire fue recibido con una algarabía sólo superada por el descubrimiento de que iba a ser el superlativo talento de Greg Smallwood el que adornara las ideas que el guionista fuera a poner sobre la mesa. Unas ideas que, nada más empezar la lectura, se plantean como fascinantes y que, como ya hicieran muchos antes que él —recordemos, por ejemplo, la estancia de Bendis y Maalev en la colección—, siguen incidiendo en explorar el profundo trastorno de personalidad de Spector y sus enormes problemas para distinguir qué es realidad y qué está solo en su fragmentada imaginación.
Situando al héroe en un hospital psiquiátrico / realidad alternativa en la que las arenas del desierto parecen haber invadido Nueva York, Lemire explora con elocuencia suma las idas y venidas de la consciencia del protagonista entre dos mundos que Smallwood trata de forma diferente para afirmar con contundencia ser uno de los mayores y más preciosos talentos con los que cuenta Marvel en la actualidad: mientras que la sordidez de las estancias del manicomio en el que permanece ingresado Spector —o no, quién sabe— son tratadas con un espectacular lápiz directo y un color de Jordi Bellaire al que el epíteto sublime se le queda corto, la vertiente más alucinada de la acción es plasmada por Smallwood mediante unas viñetas de singular talante expresionista, cargadas de compulsivos trazos que, de alguna manera, transmiten sin fisuras lo rasgado del pensamiento del protagonista. Y, ojo, que aunque su ausencia se deje notar bastante en lo que podremos ver en el siguiente volumen de la serie, el trabajo que están realizando en los últimos meses Wildredo Torres, Francesco Francavilla y James Stokoe está sirviendo para demostrar que, en el terreno gráfico, Lemire sabe de quién tiene que rodearse.
Y no hay mejor muestra de tal afirmación que la que se deriva de contemplar cualquiera de las páginas que Ramón Pérez —el autor de la bellísima ‘Cuento de arena’— cuajaba para el primer volumen de ‘All-New Hawkeye’ y cuaja para este segundo y último en el que, como decía antes, Jeff Lemire da en cierto modo cierre, no sólo a la historia por el mismo planteada cuando tomó las riendas de la serie en ‘Wunderkammer’, sino a aquella que comenzara el insigne Matt Fraction allá por 2012 y que, como ésta, ofrecía una visión del Clint Barton , Kate Bishop y sus sendos alter egos que distaban sobremanera de lo que cualquier otro tebeo de superhéroes del momento eran capaces de ofrecer.
Bien es cierto que bajo el influjo de Lemire las aventuras de Ojo de Halcón pierden algo de fuelle, pero, claro está, cuando contra lo que va a ser comparado es del mayestático nivel en el que se asentaba con comodidad la etapa anterior, sentir que estamos ante un trabajo algo inferior no debería servir de demérito, ni mucho menos, para los esfuerzos que realizan los dos artistas aquí implicados.
En lo que respecta al guión, Lemire sigue jugando a la exploración de dos líneas temporales distintas. Y si en el volumen anterior éstas eran pasado y presente, aquí el escritor se marca un ‘Lost’ y, mientras continuamos observando el tiempo actual, comienza a invitarnos a viajar hacia un futuro cuanto menos aciago para el héroe protagonista. De la misma manera que sucedía en el tomo anterior, el ritmo que dicha alternancia provee a la lectura es uno de las mejores cualidades que ésta atesora, y mayor sería la rapidez con la que se devoraría de no ser por la constante necesidad de pararnos a disfrutar como se debe de las planchas de Pérez, que asimismo insiste en su diferente tratamiento para cada línea temporal, optando aquí para el futuro por un trazo que lo acerca a aquél que tan bien caracteriza a su guionista.
Dos títulos, un sólo escritor y la misma conclusión: ¿por qué Marvel no apostará de manera más firme por nombres como el de Lemire y por colecciones que no sean la enésima iteración del mismo concepto?
Caballero Luna 4. Bienvenido a Nuevo Egipto
- Autores: Stefano Vietti & Marco Checcetto
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 128 páginas
- Precio: 11,40 euros en
Ojo de Halcón 5. Ojos de halcón
- Autores: Jeff Lemire & Ramón Pérez
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 152 páginas
- Precio: 13,30 euros en