Con la única referencia personal a ella en el conocimiento —conocimiento porque uno sabe de cine, no porque la hubiera visto— de la adaptación que Otto Preminger hizo en 1958 de esta novela de Françoise Sagan, echando mano de David Niven, Deborah Kerr y Jean Seberg para los protagonistas de una pequeña y simple historia publicada por la escritora francesa cuatro años antes, me acerqué con curiosidad a la adaptación que Planeta Cómic le publicaba hace unas semanas a Frédéric Rébéna. Una adaptación de la que por motivos obvios no puedo valorar su adhesión al texto original pero que, sin hacerlo, y por lo que he podido investigar por la red de redes, transmite similares sensaciones a las que apuntan numerosos lectores como principales virtudes del éxito que cosechó Sagan con tan sólo 18 años.
La principal de ellas, sorprendente en un texto de alguien con tan corta edad, es la capacidad para incitar a la melancolía del lector a poco que empatice, aunque sea en grado reducido, con Cécile, la adolescente que vive acomodada con su padre y que verá su acotado mundo puesto patas arriba con la llegada de una mujer que pretende «robarle» a su progenitor. Denotando esa forma de pensar de la protagonista cierto complejo de Elektra, Sagan —y por ende Rébéna, claro— resuelve que su particular heroína se proponga como objetivo acabar con la relación de ambos adultos, echando mano para ello de muy arteras tretas. Esto, que en otras manos como las de Billy Wilder daría para una comedia de enredos bastante resultona, es aprovechado en ‘Buenos días, tristeza’ para analizar, desde una perspectiva bastante concreta, la idiosincrasia humana en lo que al egoísmo se refiere.
Pero más allá de eso, lo cierto es que ‘Buenos días, tristeza’ se ancla con firmeza en las limitadas pretensiones de una historia que comienza y termina sin más. Afortunadamente, en esta traslación a las viñetas, el trazo de Frédéric Rébéna, a caballo entre Guido Crepax y Rabaté, y sus elecciones cromáticas, son capaces de aportar ciertos matices que uno no podría encontrar en meros renglones impresos y, a la postre, configuran una lectura idónea para estos primeros días grises y algo lluviosos de los prolegómenos del invierno. Una buena taza de té bien caliente y la música de, qué sé yo, Satie de fondo, completarían un plan espléndido para un final de cualquier tarde.
Buenos días, tristeza
- Autores: Frédéric Rébéna
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 112 páginas
- Precio: 22 euros