Siempre que parece que ya no quedan historias originales que contar de personajes de tan extenso y vasto recorrido como Batman —que arrastra tras de sí la friolera de setenta y seis años de recorrido editorial— aparece uno de esos autores que siempre tiene algo nuevo que decir sobre el superhéroe que le cae en las manos. Y de renovar, al menos en el seno de DC, Geoff Johns sabe muchísimo. Que se lo digan si no a Green Lantern, Flash, Shazam o Superman, cuatro de los ejemplos más evidentes de que el guionista estrella de la Distinguida Competencia conoce pocos iguales en este mundillo a la hora de tomar un personaje de la editorial y darle renovados y modernizados aires que consigan, al mismo tiempo, aludir de una parte a esos nuevos lectores que quieren dejarse atrapar por las redes del noveno arte —probablemente después de haber visto la película de rigor— y, de la otra, seguir contentando a los cuatro pesados de siempre que queremos que nuestros héroes continúen de alguna manera manteniendo la idiosincrasia que hizo que cuando éramos «chicos» nos engancháramos a ellos.
Haciendo fácil lo difícil —porque, huelga decirlo, no es nada sencillo lograr combinar como Johns lo hace factores tan antagónicos como los citados— basta con acercarse a dos de los cuatro títulos nombrados en el párrafo anterior para apercibirse de la asombrosa capacidad del escritor de reinventar la rueda: tanto en ‘Superman: Secret Origin’ como en ‘Shazam!’ es fácil rastrear todos aquellos guiños incluidos a los lectores que llevamos años siguiendo a los personajes pero, de igual forma, resulta increíble asomarse a nuevas ideas que nunca antes habíamos visto ni en el último hijo de Krypton ni en el alter ego de Billy Watson. Unido su espectacular talento al no menos alucinante dibujo de Gary Frank, un artista que ha acompañado a Johns en los que este redactor considera los puntos más álgidos de la trayectoria de ambos —quizás en lo que respecta al dibujante inglés añadiría la magistral ‘Midnight Nation’—, que lo que ‘Batman. Tierra Uno’ iba a poder ofrecer estaría muy por encima de lo que solemos leer sobre el hombre murciélago era algo muy obvio. Y aún así, aún considerando la obviedad de la que partía nuestro criterio, a lo que nos asomamos en el primer volumen fue algo completamente inesperado.
Tan inesperado, que poder siquiera pensar que la clara continuación que iba a encontrar esta suerte de Otros Mundos —aquél sello de DC que albergaba historias alternativas al recorrido oficial antes de que TODO DC fuera una gran historia alternativa con las Nuevas 52— a la luz de su última y espléndida página pudiera situarse por encima de la primera parte era, como poco, descabellado. Con lo que quizás no contábamos, por más que estemos muy acostumbrados a que con cada nuevo truco se supere, era con la magia que Geoff Johns saca de su chistera cuando el proyecto en el que se implica es muy querido. Y si hay que extraer conclusiones acerca del estratosférico nivel que alcanza el escritor en la segunda parte de ‘Tierra Uno’, es de recibo pensar que, antes que cualquiera de los otros cómics que firma al mes, esta novela gráfica ha sido mimada con sumo esmero para convertirla en el hito que acaba resultando.
Con los personajes perfectamente descritos en las 160 páginas que conforman el primer volumen, y por tanto una gran parte del trabajo ya resuelta, es increíble ver cómo Johns no se acomoda en su situación y sigue innovando sobre el saturado tejido del cosmos del hombre murciélago volcando toda su inventiva en tres de sus villanos más icónicos: el Acertijo, Killer Croc y Dos Caras, siendo éste último el archienemigo del detective de Gotham que más ojipláticos nos deja al asistir a la elocuente solución que da el escritor para con tan trillado antagonista. Si a lo que lleva a cabo con ellos se une lo que sigue avanzando con Bruce, Alfred y Gordon, considerar como podemos hacerlo que lo que sobre ellos se dice en estas páginas está a la cabeza de lo mucho que incontables autores han plasmado a lo largo de las décadas es, qué duda cabe, sentenciar de forma categórica lo sobresaliente de esta impresionante lectura.
Una lectura que, de nuevo en manos de Frank —y mal que nos pese a los que adorábamos a Cam Smith, con el ejemplar trabajo en las tintas de Jon Sibal— adquiere connotaciones que incluso superan el holgado sobresaliente al que el tebeo accedería si tan sólo tuviéramos en consideración la soberbia historia que hilvana Johns. La precisa narrativa del inglés, que equilibra a la perfección la obligada espectacularidad de los tebeos de superhéroes yanquis —y las inevitables splash-pages— con una exposición de la acción que huye de los términos «común» o «rutinario», se asocia a su facilidad para caracterizar a personajes y su aún mayor desenvoltura a la hora de dotarlos de expresividad y vida, algo para lo que Frank siempre ha estado especialmente dotado desde que lo descubriéramos, hace dos décadas, cuando se presentó como el mejor sustituto posible para Dale Keown en las páginas del Hulk de Peter David. Lo llovido desde entonces no ha hecho sino aumentar nuestra admiración por su trazo, su estilo y su manejo del arte secuencial hasta el punto de tenerlo, a título personal, como uno de los diez mejores artistas con los que cuenta el panorama estadounidense actual. Y para muestra, claro, el sensacional botón que hoy os hemos traído.