‘Batman. La llave maestra’, apuntando maneras…y cómo

Cuando hablábamos de ella hace algo más de siete meses en la entrada correspondiente a ‘Batman. Espejo oscuro’, nos referíamos a la voz de Scott Snyder como una de las más personales y efectivas que han pasado por la cabecera del Caballero Oscuro. Dicha cualidad es una de la que cualquiera que se haya acercado a la mejor serie regular que hay hoy por hoy en el Nuevo Universo DC puede apercibirse (atentos a aquellos que la sigan en español a lo que el guionista ha planteado en su magnífica ‘Año Zero’) y que, lejos de ser fruto de la casualidad, comenzaba a gestarse en las páginas del alter ego de Bruce Wayne justo antes de que la editorial decidiera hacer tabula rasa con décadas de continuidad.

Así, en los meses previos a ‘Flashpoint’ y al reinicio de toda su línea editorial, DC hacía descansar la responsabilidad de ‘Detective Comics’ en un Snyder que ya estaba dando que hablar con su ‘American Vampire’ desde marzo de 2010 y que, al hacerse cargo del personaje, comenzaba un proceso de redefinición del mismo que continua, a un nivel mucho más potente, en las páginas mensuales de la actual ‘Batman’. De hecho, de no ser por la brusca interrupción que supuso el NUDC, es muy probable que esta historia sórdida, llena de asperezas y de un asombroso talante oscuro, hubiera terminado convirtiéndose en una de las mejores etapas del hombre murciélago.

Acortada por motivos obvios y sin llegar a alcanzar su completa plenitud, lo que nos encontramos aquí, no obstante, son unos números (seis para ser concretos) que se adentran en malsanos rincones de la cosmología batmaníaca para asentar unas bases que ya comienzan a alejar la labor de Snyder de lo que habíamos podido leer en años anteriores en las páginas regulares de las dos cabeceras del héroe de Gotham. Unos rincones que, aumentados en esos tintes de horror y locura por el espectacular trabajo de Jock, encuentran perfecto contrapunto en el trazo de Francesco Francavilla para, considerados unidos, dar la rúbrica final a un volumen intenso que, con Dick Grayson bajo el manto, no desmerece a cualquiera de las más grandes aventuras que el murciélago ha vivido en sus 75 años de historia.