‘Batman – Detective Comics Vol. 03: La Liga De Las Sombras’, la voz de Cassandra Cain

‘La Liga de las Sombras‘, tercer volumen que ECC dedica a recopilar todo lo que ‘Detective Comics‘ ha venido ofreciendo desde el ‘Renacimiento’, vuelve a ser brillante refrendo y sólido escaparate de lo que, en las dos reseñas previas que hemos dedicado a la serie bajo la tutela de James Tynion IV, ya habíamos afirmado sobre la labor del guionista en la «otra» colección de Batman: que mientras que la cabecera firmada por Tom King iba dando bandazos entre el genio y la pesadilla insufrible, lo que el alumno aventajado de Scott Snyder conseguía aquí era sólido, en perpetuo movimiento ascendente y, sin duda alguna, lo mejor que le había pasado al guardián de Gotham desde que Morrison finalizara su longeva estancia a los mandos del Batmóvil.

De hecho, no sin cierto temor a que mi memoria me falle, es el arco argumental que presenta este tercer volumen uno de los dos mejores de cuántos ideó Tynion en sus cinco decenas de ejemplares. Y lo es, en esencia, por dos motivos fundamentales. El primero, porque, después de haberla visto nacer cuando las Nuevas 52 dictaminaban los destinos del Universo DC, por fin teníamos a la Huérfana, a Cassandra Cain, arrojando luz sobre los muchos recovecos oscuros de su pasado y su origen, y eso, para aquellos que habíamos valorado el enorme potencial del personaje desde su presentación, era motivo de enorme regocijo. El segundo, acaso de menor relevancia en comparación con el trabajo que se hace con la joven, pero de enorme calado si, como el que esto firma, se lleva leyendo Batman desde tiempos inmemoriales, es el giro que Tynion imprime a la organización que una vez dirigiera el legendario Ra’s Al Ghul.

Cedido el mando de la misma a Lady Shiva —bueno, cedido, ya sabréis hasta qué punto cuando leáis estas páginas—, la confrontación a gran escala que tiene como escenario las calles de Gotham es de esas que, aunque uno sepa el resultado por ese pequeño problema llamado status quo del que tanto hemos hablado por aquí —ese que impide a las editoriales acabar con la vida de sus pesos pesados y que somete a las cabeceras de las majors a un constante proceso de invención de un villano aún más poderoso que el anterior—, no puede dejar de disfrutar como un enano. Y eso que, en el caso que nos ocupa, la mitad visual del conjunto no viene firmada por nuestros predilectos Eddy Barrows o nuestro Álvaro Martínez Bueno, cumpliendo el trabajo de Marcio Takara o Christian Duce de manera ajustada con una historia que habría merecido un despliegue de mayor envergadura gráfica. Pero, claro, con una periodicidad quincenal, resulta muy complicado mantener a dos artistas de la talla de los citados Barrows y Bueno, atados con cadena y bola al tablero de dibujo. Idiosincrasias del mundillo del cómic yanqui, que las llaman.