‘Apostáta volumen 1’, rigor

Vehículo para la invención, y la mezcla de la realidad con hecho ficticios —cuando no fantasiosos— no son muchas las ocasiones en las que uno puede hablar de rigor a la hora de referirse al cómic histórico. A fin de cuentas, si la época en la que se desarrolle el relato en cuestión es, como el caso que hoy nos ocupa, una de la que casi diecisiete siglos nos separan, poder hablar del mismo rigor en un cómic que el que podría hallarse en un libro de texto resulta, cuanto menos, complejo.

Más hete aquí que a la hora de referirnos a este primer volumen de ‘Apóstata’ es dicho sustantivo y el calificativo de él derivado el que mejor define el trabajo que lleva desarrollando desde 2009 el artista flamenco Ken Broeders. Un rigor que el guionista y dibujante plasma en tratar de aproximarse lo máximo posible a la historia conocida del César Flavio Claudio Juliano, primo de Constancio II, César Augusto del Imperio e hijo y heredero de Constantino, el emperador que introdujo el cristianismo en la fe de su pueblo desplazando así siglos de culto al panteón de dioses de la mitología romana.

Prolegómeno de lo que, unido a otras muchas causas, terminaría desembocando un siglo más tarde en la caída del Imperio Romano, el auge del cristianismo y el choque frontal con las vetustas creencias politeistas es el telón de fondo sobre el que Broeders sitúa los seis volúmenes que componen ‘Apóstata’, los dos primeros de los cuales quedan recogidos en este álbum con el que Yermo iniciaba hace un par de meses la publicación en castellano de la obra. Bajo el rigor del que hablábamos antes, el artista flamenco construye una historia compleja, llena de personajes e intrigas que en alguna ocasión pueden llegar a confundir al lector poco acostumbrado a encontrar tal profusión de datos en un tebeo.

Pero si se acepta la propuesta del autor, lo que se va desplegando ante nosotros es un relato apasionante sobre un momento histórico que responde al mismo apelativo y que, ante todo, encuentra precisa traslación en lo que sin duda es la apuesta más fuerte de la obra, su vertiente gráfica. En ella, Broeders se descubre como un dibujante que se maneja con igual soltura tanto en la caracterización de personajes como en la «construcción de escenarios», dos virtudes que siguen abundando sobremanera en el discurso de rigurosidad de ‘Apóstata’ y que, a la postre, resultan su mayores valedores…al menos a primera vista, claro.