‘Angel Wings 1. Burma Banshees’, Yann y Hugault vuelven al aire

Responsables, juntos o por separado, de las mejores historias de aviación que hemos podido leer en el noveno arte en la última década, Yann y Romain Hugault vuelven a unir fuerzas tras habernos traído, en 2011 y también de la mano de Norma, la fabulosa ‘El Gran Duque’, que a tenor de lo leído en sus caminos paralelos, quizás no sea lo mejor que el guionista ha enhebrado —ahí estaría ‘Mezek’ para impedirlo— pero sin duda alguna sí está muy por encima de los álbumes de Hugault en solitario y, echando algo por tierra las expectativas sobre ella, también se sitúa a bastante pies sobre la vertical de esta primera entrega de ‘Angel Wings’, un tebeo que funciona a ratos y que no termina de convencer al que esto suscribe.

La responsabilidad de quedarse a medio camino reside tanto en el guión de Yann como en un Hugault que, sí, sigue dejándonos sin respiración cuando de lo que se trata es de, bien dibujar aviones como nadie, bien algo mucho más complicado, coreografiar danzas aéreas sin que se pierda la claridad narrativa, pero que no convence cuando la acción toma tierra. Sin que esto sirva para desdeñar una hazaña que el francés ha entrenado hasta la saciedad en casi la totalidad de los trabajos que le hemos podido ver a la fecha, es el hieratismo de los rostros de sus personajes, lo forzado de sus maneras y la exagerada voluptuosidad de la protagonista femenina —todo un pin-up con un mono de piloto que, por su contundente presencia, elimina no pocos enteros del viso de realidad del relato— lo que sustrae efectividad a unas planchas que, de otra manera, habrían sido modélicas.

Con la descompensación que tanta diferencia gráfica conlleva, no es el guión del peso que ‘Angel Wings’ habría necesitado para equilibrar la balanza, y aunque Yann tira de manual y construye a unos personajes más o menos carismáticos sobre la base de trillados arquetipos, es el discurrir del relato, lo atribulado del mismo en determinados instantes y el que el maridaje entre historia y narrativa no esté del todo bien conseguido lo que, en última instancia, termina por decantar la irregular apreciación que este redactor arroja sobre un primer álbum que, completado hasta una terna, no se encuentra, repito, a la altura de las expectativas que sobre él había despositado.