‘American Vampire vol.8’, chupasangres en el espacio exterior

Cuarenta años han transcurrido en el recorrido por la historia de Estados Unidos que Scott Snyder inició con el primer número de ‘American Vampire’. Y ahora, llegados a mediados de la década de los sesenta, la mejor serie de Vertigo que se publica en la actualidad se hace eco de la carrera espacial que culminaría con la llegada del hombre a la Luna en 1969 y sitúa a Skinner Sweet, el primer vampiro americano, en órbita alrededor de nuestro planeta mientras Pearl Jones y Felicia se enfrentan en el desierto de Nevada a una horrenda y milenaria amenaza de una criatura que pretende provocar el Apocalipsis.

A grandes trazos, lo que la sinopsis anterior no puede reflejar es el asombroso manejo de las dos acciones del que Snyder hace gala, el imparable ritmo al que somete a la lectura de este octavo volumen de la cabecera y, sobre todo, lo que, después de todo lo que padecen la terna de protagonistas, se nos ofrece en las últimas páginas de este final del segundo ciclo de ‘American Vampire’. Una segunda etapa que ha sido breve —sólo se ha prolongado durante once números en contraposición a los treinta y cuatro de que constó la primera— y que finaliza en términos bastante más impactantes de aquellos que pudimos leer en la conclusión de su directa predecesora.

Sin querer revelar nada, si puedo adelantar que, tanto en el descubrimiento que hacen las dos féminas de la serie, como en aquello que trasciende cuando la odisea espacial de Sweet toca a su fin, se adivina un giro radical en el devenir de la misma tan pronto como arranque su siguiente ciclo y Snyder siga asombrándonos con su portentosa inventiva y la forma en la que, hasta ahora, ha sabido llevar hasta lo más alto a esta singular serie. Aunque, si de asombro hay que hablar, no nos podemos dejar fuera a Rafael Albuquerque, sin cuya aportación ‘American Vampire’ nunca habría sido la misma: el estilo del dibujante, que ha ido soltándose progresivamente desde sus comienzos en estas páginas hace seis años hasta lo que podemos ver en el volumen que hoy nos ocupa, sigue siendo el que mejor entiende las necesidades que plantean los guiones de Snyder, y a su más que probada eficiencia narrativa, el brasileño suma la espectacularidad de ciertas páginas puestas ahí para dejarnos la mandíbula por los suelos.

Esperemos que el tercer ciclo no se demore en exceso —supuestamente debería aparecer en los primeros meses de este año— y que, ahora que, para nuestra desgracia, va a dejar Batman, Scott Snyder pueda continuar de forma más regular con el que es su trabajo favorito.