‘Agatha. La vida de Agatha Christie’, entre crímenes anda el juego

Es, junto a Conan Doyle y Verne, la autora a la que más leí en mi adolescencia temprana, cuando los libros y no los cómics eran el papel impreso que devoraba todas las tardes una vez había terminado de estudiar las correspondientes lecciones diarias. Entre los tres, la adición del descubrimiento de ‘El señor de los anillos’, las primeras novelas de la Dragonlance o aquellas que conformaron el Ciclo de la Puerta de la Muerte, se forjó un lector que, poco tiempo después, abandonaría los renglones por unas viñetas que lo han acompañado de forma impenitente durante los últimos veintitrés años. Resulta curioso pues que la deuda adquirida con los autores que moldearon la imaginación de aquel chaval imberbe se vea ahora reflejada, tantos años después, en el acercamiento en narrativa secuencial a la vida de la responsable de dos de las mejores novelas de crímenes que servidor ha tenido el placer de leer, la insigne Agatha Christie.

Un acercamiento que la terna de autores formada por Anne Martinnetti, Guillaume Lebeau y Alexandre Franc realizan en notables formas y que, bajo la que se entiende como una exhaustiva labor de documentación, nos acerca muchísimo a la que fuera la responsable de la creación de Hercules Poirot, Miss Marple y esos dos puntales títulos que señalaba en el párrafo anterior: ‘Diez negritos’ y ‘Asesinato en el Orient Express’: arrancando en la sonada desaparición de la literato británica en 1926, y haciendo un intenso recorrido de su existencia hasta entonces a lo largo de sesenta páginas, los autores de ‘Agatha’ sientan las bases para que, la otra mitad de la lectura quede perfectamente preparada para enhebrar la vida de una escritora que fue una de esas mujeres aguerridas que contribuyeron a cambiar la frágil imagen que del sexo femenino tenía la sociedad de principios del siglo XX.

Aventurera y rompedora, la Agatha a la que aquí nos acercamos gracias al trabajo de los tres artistas franceses se nos desvela como una mujer de fuerte carácter que poco o nada se dejaba amilanar por las circunstancias que la rodeaban o los hombres con los que tenía que debatirse para salirse con la suya. Acompañada aquí de forma permanente por la imaginaria presencia de su más notoria creación, un Poirot quejica y de elocuente talante cómico, la exposición del recorrido vital de Lady Christie alterna, desde el punto de vista narrativo, momentos espléndidos con otros en los que la lectura se hace algo monocorde. Afortunadamente, éstos últimos son los de menor relevancia en el cómputo final de un volumen muy correcto que brilla con intensidad en la ingente cantidad de datos que nos arroja sobre la escritora, que encuentra en el agradable trazo de Franc reflejo preciso de sus necesidades y que, en última instancia, se alza como complemento perfecto a la obra de una de las mujeres más influyentes de la literatura universal.