‘A toda pastilla’, born to be wolf

‘Blacksad‘, ‘Fritz the cat‘, ‘Howard el pato‘, ‘Stray dogs‘…hay numerosos ejemplos de que el cómic protagonizado por animales no es forzosamente cómic para niños pero poco tienen que hacer ante 100 años de Disney y los cuentos de gente como un tal Perrault. Pero ‘A toda pastilla‘ sí es un cómic orientado en inicio a los niños (no en vano ganó el Premio Max und Moritz al mejor cómic infantil en el festival de Erlangen) con la historia de un lobo y un conejo, dos clásicos del terreno de la fábula, que se ven envueltos en una vibrante odisea para escapar de un cazador y su fiel perro Thor, un cánido que sabe ganarse tal nombre más por ferocidad que por tamaño.

Su historia no puede comenzar de modo más repentino: mientras son atendidos en el ambulatorio del bosque por distintas causas un lobo y un frágil conejo al que le han recetado fuertes dosis de medicación se ven obligados a huir por la repentina irrupción de un cazador. Por suerte la bala que iba dirigida al carnívoro se desvía al chocar con el gotero del pequeño lepórido y ambos consiguen escapar con vida por el momento. Pero el código lupino manda que, a pesar de que haya sido pura casualidad, el lobo deba responsabilizarse de aquel que le ha salvado la vida al menos hasta que pueda devolverle el gesto. A partir de aquí la vida de ambos se va a convertir en toda una road movie huyendo de su aspirante a verdugo que llevarán a nuestros héroes a lugares tan variopintos como un bar de moteros o la guarida de un oso a lo largo del paso de las estaciones y durante la que se irá forjando una inesperada amistad.

‘A toda pastilla’ es un cómic cuya premisa puede hacernos pensar en una obra más adulta, con dos inesperados compañeros de coche cargados de pastillas (¡ojo! por prescripción médica). Pero lo que encontramos es una historia tan sencilla como divertida, con un sentido del humor que no renuncia al slapstick (encontraremos hasta la clásica torre de dos figuras ocultas bajo un abrigo para parecer una persona «normal») y unos personajes que son sencillamente entrañables. Una pareja de opuestos tanto en diseño como en carácter de esos que piden secuela, y que uno no dudaría en llevarse a casa.

Su trama ágil y un cuidado apartado gráfico, engañosamente sencillo y con un delicado uso del color (como en la escenas en las que aparece una llama como foco de luz), de corte caricaturesco (inenarrable el aspecto del oso tras pasar su ciclo de hibernación) que nos hace pensar, salvando las distancias por supuesto, en obras como ‘El malvado zorro feroz‘, hacen de esta una de esas obras que se leen en su suspiro y que dejan en su lector una gran sonrisa. Una obra perfecta para los niños, con esa parte de moraleja sobre la importancia de cuidar de aquellos que nos rodean que están enfermos, pero que resulta atractiva para los adultos de mente abierta y que encontrarán en ella una divertida fábula sobre la que mejor no preguntarse nimiedades como por qué unos animales salvajes tienen servicio médico o como un lobo sabe conducir no sólo coches sino también motocicletas.

Pura locura para todos los públicos. Humor, ternura y amistad se despliegan a lo largo de unas páginas bien planificadas, con algún guiño para lo más mayores (bravo por los gustos cinematográficos de unos bichos que se han criado en el bosque) pero que nunca pierden de vista a sus lectores potenciales, los más pequeños de la casa. Una historia que es pura road movie pero que además pide a gritos una película basada en ella. Y si es posible, como indica su título, a toda pastilla.