Complicándome la existencia por la tontería de que, cada final de año de los últimos dos o tres, he ido aumentando el número de títulos seleccionados para hacerlo corresponder con el dígito del periodo de doce meses que acaba —algo que dejaré de hacer, aviso, cuando pasemos a 2021—, podría parecer que dicho aumento acentúa lo arduo de ser capaz de seleccionar tan elevado grupo de tebeos de entre lo mucho que se publica en el mercado nacional. Y nada más lejos de la realidad.
Antes bien, no sé si habré dicho esto en alguno de los resúmenes pasados, aumentar de año en año una unidad facilita el no tener que dejarme fuera, como siempre he de hacer, esta o aquella lectura que, equiparada con otra u otras, termina por no obtener plaza por disquisiciones que, en la mayoría de los casos, se dirimen mediante argumentos que casi cabría calificar de «pito, pito, gorgorito». Vale, esto último es una exageración —todavía no he tenido que rifar de esa manera la entrada o no de un cómic en estas selecciones—, pero no quita para que ejemplifique de manera bastante acertada el complicado proceso de extraer 18 álbumes de entre los casi cien que han pasado por mis manos durante 2018.
Quizás parezcan pocos en comparación con el monstruoso número de grapas «virtuales» de las que he llegado a dar cuenta, pero, combinadas con un número similar de tebeos españoles —esos de los que hablaremos mañana— dan una idea aproximada de la cantidad de papel que desfila ante mi voraz mirada lectora cada 365 días. Una cantidad que me gustaría incrementar de cara al año que viene y que, por lo pronto, nos ha dejado en este cuyo término está a la vuelta de la esquina, 17 instantes inolvidables…sí, 17…ya sabéis…Premios Fancueva y tal..
Por cierto, una última apreciación antes de comenzar —la misma que, creo, hago todos los años—: los textos que acompañan a cada imagen tenderán a ser breves por cuanto la inmensa mayoría de estos álbumes ya han sido desmenuzados en algún momento de los últimos doce meses.
1. Allí donde van las hormigas
Bonito a rabiar. Bonito elevado a la enésima potencia. Bonito hasta el infinito y más allá… y con una edición cuidada al máximo por parte de Planeta, ‘Allí donde van las hormigas’ es una de esas fábulas que te dejan con el corazón satisfecho. ¿He dicho ya que es bonito a más no poder? ¿Sí?. Ustedes sepan disculparme, pero es que el soberbio dibujo de Michel Plessix bien vale ser cansino.
2. Colaboración horizontal
Presentada por Dibbuks cuando el verano se cernía sobre nosotros, ‘Colaboración horizontal’ es otra de esas obras —y no será la última que aparezca en esta selección— que te agarra fuerte el músculo que bombea sangre a todo nuestro organismo y no lo suelta hasta el final. Ya lo vaticinaba allá por junio: era una de las lecturas del año y aquí está.
3. Cuerpos sonoros
El que avisa no es traidor. Tercera entrada en la lista, y tercera lectura que, —revisada allá por julio— al margen de con la mirada y el entendimiento, debe confrontarse con el corazón para compensar con nuestro entusiasmo la mucha pasión que pone Julie Maroh en esta soberbia colección de relatos en torno al amor y la tolerancia.
4. El hombre garabateado
Frederik Peeters es un grande de la narración secuencial. Y no hay historia por el dibujada que no tenga el calificativo, al menos, de lectura obligada. ‘El hombre garabateado’ no se queda ahí y va mucho más allá, tal y como vimos el primer día de octubre.
5. El jugador de ajedrez
Fascinante en su versión en formato novela, la adaptación que hace David Sala del relato de Stefan Zweig es, ante todo, de una personalidad visual arrebatadora que, en no pocas ocasiones, eclipsa por completo el mensaje del literato austríaco merced a unas planchas que uno no puede cansarse de contemplar.
6. El resto del mundo
Una madre. Sus dos hijos. Un evento natural de proporciones apocalípticas. Estos son los elementos de los que Jean-Christophe Chauzy echa mano para construir el asombroso y espectacular díptico que conforman ‘El resto del mundo’ y ‘El mundo de después’, dos álbumes que afirman de manera categórica acerca de lo indómito y a la vez salvajemente brutal del alma humana.
7. Gasolina
‘Gasolina’, publicado por Ponent Mon y firmado por Fred Bernard y Benjamin Flao, es el primer volumen de esta lista que no cuenta con reflexiones previas, así que, con vuestro permiso, voy a extenderme algo más dentro de la brevedad con la que siempre intento condensar
mi opinión en estos artículos.
De formato muy llamativo —casi cuadrado— y con un dibujo de Flao que sólo hace confirmar las sensaciones que ya nos llevamos acerca de su soberbio trazo e igual narrativa cuando hace unos años leímos ‘La línea de fuga’ publicada por Norma dentro de la colección Nómadas, esta road movie «celestial» es toda una celebración de la vida y de todos y cada uno de los pequeños instantes que la conforman desde que nacemos hasta que, sea en la circunstancia que sea, morimos.
Franca en lo espiritual y nada compleja en sus argumentaciones metafísicas, ‘Gasolina’ es una historia que, tan pronto se termina, da ganas de volver sobre ella bien para intentar escudriñar en los significados ocultos que Bernard va diseminando por el camino, bien, sobre todo, para dejarse enamorar por lo evocador y singularmente magistral del trabajo a los lápices y colores de un Flao que, fagocitando al Moebius más experimental, nos deja boquiabiertos casi a cada batir de páginas.
8. Joe Shuster. Una historia a la sombra de Superman
El acercamiento que Julian Voloj y Thomas Campi hacen a la figura de Joe Shuster en el volumen que Dibbuks publicaba este verano, completaba una celebración, la del 80 cumpleaños del personaje —y los mil números de ‘Action Comics’—, que se hacía muy grande por un relato que revisa la vida y sufrimientos de una de las figuras más fundamentales de la historia del noveno arte.
9. Katanga
Sin que pueda dar una explicación satisfactoria de por qué fue así, me da algo de vergüenza tener que admitir que a punto estuvo de pasárseme por alto la más que obligada adquisición de este primer volumen de la nueva serie de los creadores de una de mis obras predilectas del tebeo francobelga de la última década: la magistral ‘Érase una vez en Francia’, un título que tanto en guión como en dibujo rayaba a una altura descomunal y dejaba el listón a una posición casi inalcanzable para Fabien Nury y Sylvain Vallée.
Afortunadamente —sobre todo para nosotros lectores— los artistas francófonos no parecen entender de limitaciones y sí de superar, bien retos, bien a sí mismos, y si lo que ofrecen en este primer volumen de ‘Katanga’ deja algo claro es que, de continuar en similar tónica a lo que encontramos en él, podríamos estar hablando en un futuro de algo muy grande.
De lo que podemos hablar de momento es de un tebeo sobresaliente en el que Nury vuelve a clavar su mirada en un momento histórico de enorme controversia —la independencia del Congo— para generar otra ficción hiperrealista plagada de personajes tridimensionales y situaciones que siempre nos mantienen el alma en vilo. De Vallée lo peor que se puede decir es que cuaja unas planchas sublimes, así que ya os hacéis una idea de la grandeza que descansa en las páginas de ‘Katanga’.
10. La tierra de los hijos
Cualquier cosa firmada por Gipi ya debería ser motivo aislado de celebración por parte de los amantes del noveno arte. Con una trayectoria envidiable que siempre encuentra la forma de reinventarse en la forma de historias que nos provoquen, nos maravillen, nos emocionen y nos muevan a la reflexión, el autor de ‘S’, ‘Una historia’ o ‘Mi vida mal dibujada’ desembarcaba de la mano de Salamandra Graphic con su obra más ambiciosa hasta la fecha.
Relato de tintes post-apocalípticos y vocación de alzarse como precisa vivisección de la condición humana, Gipi reflexiona a lo largo de casi trescientas páginas sobre la necesidad de la supervivencia a cualquier precio en un mundo hostil, extrapolando hasta llevarlas al límite muchas idiosincrasias de la sociedad actual.
Al así hacerlo, el artista se une a las muchas voces que, a lo largo de las décadas, han utilizado la ciencia-ficción como vehículo para la crítica, más o menos mordaz, más o menos feroz, de aquello que no les gustaba del mundo que les rodeaba. Al hacerlo en viñetas, Gipi suma valores que no necesitan de la palabra para expresar ideas, depositando en el lector la responsabilidad de darle forma y carácter a las mismas y convirtiendo a ‘La tierra de los hijos’ en una lectura que, tan pronto terminas, quieres volver a experimentar.
11. Lakota / La india blanca
Aunque así pudiera parecerlo dadas las dos reseñas que dediqué tanto a ‘Lakota’ como a ‘La india blanca’ —los dos volúmenes con los que Ponent Mon ha comenzado a rescatar las incursiones de Serpieri en el western— es mucho lo que aún cabría comentar acerca de la infinita grandeza que reposa en unas viñetas de una belleza sin par. Pero no quiero extenderme más de lo debido y me reservo las ganas para cuando la editorial publique el siguiente volumen de una «colección» IMPRESCINDIBLE.
12. Pantera
Lo que Bretch Blevins consigue llegar a expresar en ‘Pantera’ con su tortuoso uso del color y la constante mutación formal a la que somete a su dibujo ayuda al tebeo a quebrar fronteras, a poner al lector en posiciones de una incomodidad que roza lo insoportable y, una vez lo tiene allí, le enseña que hasta la condición más vil se puede mostrar de la forma más bella. No hay otra forma de expresarlo: de GENIO.
13. Quintett
Todavía a la espera de que Ponent Mon nos ofrezca el segundo volumen —y los demás, claro— de los cinco que conforman esta historia de un realismo tal que nos tuvo engañados hasta que hicimos una búsqueda infructuosa sobre su protagonista, no podemos dejar de recomendar que, ya por lo que plantea Frank Giroud, ya por cómo lo plasma Cyril Bonin, os acerquéis a un primer álbum fantástico.
14. San Bartolomé
Y no dejamos a los chicos de Ponent Mon porque, aunque a priori no parecía que fuera a encajar con mis gustos —el tebeo histórico tiene que estar muy, pero que muy bien cosido para que me cautive— lo que la editorial recogía en el integral de ‘San Bartolomé’ era de tal calado que no tuve más remedio que rendirme a la evidencia de encontrarme ante uno de los más claros merecedores de estar en esta seleccción.
15. Sola
In extremis se cuela una de las últimas novedades que Norma ha publicado este año. El que lo consiga no debería ser motivo de extrañeza por cuanto es el tercer año consecutivo que Ricard Fernández —Efa— se cuela por estas líneas. Lo consiguió en 2016 gracias a la portentosa ‘El soldado’. Volvió a lograrlo el año pasado por mor de esa obra de fastuosa belleza plástica que fue ‘Monet’. Y vuelve a conseguirlo en 2018, junto a Denis Lapière en los guiones, con ‘Sola’, todo un sentido y conmovedor homenaje a la generación de nuestros abuelos, esos que tuvieron que sobrevivir a los horrores de la guerra civil y a los sinsabores de la posguerra.
Que en mi caso ‘Sola’ ha resonado con tremenda cercanía por las experiencias que los padres de mi madre me contaron en más de una ocasión acerca de cómo vivieron aquellos oscuros días en que España se rebeló contra sí misma; nada tiene que ver para que, al ir pasando la mirada por unas planchas vivas y de dominio asombroso sobre el color, la historia de Lola termine haciendo mella en el lector y causando honda impresión. Tan honda, que este álbum ha logrado anteponerse a otros que, a mi entender, ya tenían plaza asegurada en este resumen anual.
16. Un ruido extraño y hermoso
Como quiera que su reseña aparecerá dentro de pocos días, me guardo cualquier adelanto de la misma y os insto a que os la leáis y descubráis qué hay de especial en lo último de Zep.
17. Zorglub 1. La hija de Z
Ya por el mero hecho de suponer el regreso de José Luis Munuera al entorno de Spirou, este ‘Zorglub’ hubiera merecido de nuestra total y rendida atención. Pero, superando tan acomodada posición, lo que el lorqueño nos ofrece en este primer y desternillante álbum es una de las mejores lecturas que han salido del cosmos del legendario botones en años. Ahí es nada.