Más de uno daría lo que fuera por poder conocer el futuro. Ya sea para saber de antemano que será de él, o para usar esos conocimientos en su propio beneficio. Pero puede que ese futuro que nos aguarda no sea agradable o, por lo menos, que no sea tal y como nosotros esperábamos. ¿Valdría la pena entonces conocerlo? ¿Podríamos hacer algo por cambiarlo? Estas son las cuestiones principales que se plantean en las páginas de ‘Flashforward’, la novela de Robert J. Sawyer que recientemente se convirtió en una serie de televisión.
La obra arranca con un experimento llevado a cabo por dos investigadores del CERN: Lloyd Simcoe y Theo Procopides. Este centro de investigación existe realmente, y posee el acelerador de partículas más potente del mundo. La diferencia es que en la realidad sus pruebas aún están en una fase muy primeriza, mientras que en la novela sus efectos, sumados a otros que iremos descubriendo según avance la lectura, producirán un extraño viaje temporal.
El día 23 de octubre de 2009, a la misma hora, todas las personas del mundo se desvanecen durante dos minutos y tienen una visión del futuro, concretamente del año 2030 (esta es la primera diferencia con la serie, en la que el salto temporal se limita a unos cuantos meses). Una vez que recuperan la consciencia, y tras evaluar los cuantiosísimos daños y accidentes producidos en todo el mundo, llega el momento de averiguar si estas visiones son reales y de poner en común las experiencias de todos los ciudadanos del planeta.