En ‘El Ladrón del Tiempo’, la última novela traducida de Terry Pratchett, nuestro querido autor arremete con dos temas que se le dan muy bien: la filosofía, y las representaciones antropormóficas que alteran el ya de por si débil velo de la realidad en el Disco. La amenaza que se cierne sobre el Disco viene de unos viejos conocidos, los Auditores de la Realidad, que tienen un plan para reducir las alteraciones que produce el libre albedrío de los humanos.
La idea de los Auditores es detener a los humanos. Por siempre. En el tiempo. Deteniendo el tiempo. Por siempre.
Los Monjes de la Historia son los administradores del tiempo, desde hace milenios. Es un trabajo duro y complicado, que requiere una atención constante durante siglos. El truco es ajustar los Postergadores, estructuras giratorias con antiguos y secretos grabados, que enredan y desenredan el tiempo. A veces el tiempo se vuelve loco, se acumulan años en un postergador, y hay que liberarlos donde menos daño haga. Generalmente en algún punto perdido del océano, donde 40.000 años más o menos no suponen gran diferencia.